Capítulo cuatro

16.2K 1.5K 221
                                    

i bet

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

i bet.

PARA CUANDO CAROLINE DEJO DE BAILAR, estaba casi sin aliento y tenía gotas de sudor corriendo por su sien, fuego en sus ojos y un frenesí por el latido de su alma. Aunque podría haber seguido bailando hasta que sus pies se tornaran azules, los rasgos de John reflejaban lo mismo, solo que sus ojos eran verde pálido con un poco de temor.

No podría haber sido agotamiento.

Ciertamente, tenía algo que ver con su familia y la creciente preocupación que ambos compartían con respecto a la tensa noche. Sin aliento, miró a la mesa al lado donde su familia estaba sentada.

Las únicas personas que quedaban de su círculo interno eran Collin y un Oscar muy desgastado. Su cabeza estaba en sus manos mientras trataba de mantenerse despierto y con la ira en la cara de su hermana, se preguntó qué tan estupidos podrían ser sus padres al dejar a su hijo solo con la supervisión de hombres que trabajaban por dinero, no con el amor de una familia.

Se volvió hacia John, sin ninguna emoción previa.

—Fue un placer conocerte, John, pero me tengo que ir ahora.

Él se burló, no creyendo su excusa.

—Vamos. ¿Solo un baile más?

—No yo...

—¿Por qué no? Sólo uno, lo prometo. ¿Yo por favor?

—Escucha, John.

El repentino veneno que trazó su tono irritado tomó al hombre por sorpresa.

—Estoy cansada y tengo que irme. Como dije antes, fue un placer conocerte.

Justo cuando John la vio irse y agarrar a un niño más pequeño por el brazo, acompañado por guardias, el temor que sintió antes se filtró en su cerebro y con un pensamiento absurdo que cruzó sus pensamientos, se rió para sí mismo.

Él podría haber jurado ver a Billy Kimber en la mesa no mucho antes de irse.

Pero con esa mujer tan divina, seguramente no había relación entre ella y el rey de las carreras. Aunque, ante su repentino cambio de aura, cada fibra en su ser le decía que la persiguiera y le colocara una bala en la cabeza, porque sin duda, ella era tan cruel y astuta como su padre.

Esa mujer era su enemiga.

Caroline estaba más que furiosa y sus rápidos pasos en sus talones y los empujones que ella le dio a los inocentes que se interponían en su camino lo demostraban. Estaba iracunda, se veía roja mientras sostenía la mano de Oscar con más fuerza de lo posible, escoltándole hasta el auto que conducía a la arena.

—¡Cuidado, por favor!

El cabello arenoso de Collin soplaba en el viento, luchaba por alcanzar a su novia con otro miembro de la pandilla a su lado.

𝐁𝐄𝐓𝐄 𝐍𝐎𝐈𝐑𝐄 ━ THOMAS SHELBYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora