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Estaban sentados en el patio del menor, una playlist de Spotify sonando en aleatorio hace más de media hora y con una lata de cerveza en el medio que se paseaba de vez en cuando por ambas bocas. Hablaban de todo y nada a la vez; y eso era lo que hacía todo tan único para Gabriel, el hecho de que hablar de la nada misma nunca le había parecido tan interesante.

-- Pero explicame una cosita, Gallicchio. -- soltó Renato indignado.-- ¿en serio sos tan egoísta?

-- Tato, yo creo en lo que veo. Si nunca ví un coso de metal volarme por la cabeza, no voy a pensar que existen así, de la nada.

Renato le dió una última mirada antes de levantar una ceja y tomar un sorbo de la lata.

-- Pero creés en Dios.

-- Sabés que no es lo mismo, imbécil.

El chico rió ante el cambio de humor repentino y se limitó a sonreír. La buena onda cuando estaba cerca de Gabriel se mostraba sola.

-- ¿Y qué pensás hacer esta noche? Digo, ya se está haciendo tarde y no tengo nada que hacer.

-- ¿Me estás invitando a salir? -- dijo Renato en broma, pero Gabriel rió nervioso ante la situación y asintió, esperando expectante la reacción del otro. -- La verdad que no, estar así con vos me parece un re plan. No siempre se nos dá esto. -- comentó con una amplia sonrisa señalándolos a ambos y apoyando su cabeza en el hombro del otro. Gabriel lo miró de reojo y suspiró pesado al terminar de aceptar que estaba hasta las manos por el pendejo y que era tan inútil expresando lo que sentía que seguro la relación quedaba en nada.-- No pienses tanto que me hacés doler la cabeza. -- soltó antes de depositar un beso en su mejilla y levantarse a buscar otra lata ya que en algún momento de la charla se habían terminado la primera.

Renato y Gabriel eran algo. Ninguno de los dos sabe qué. Pero supone que amigos justamente no eran porque los amigos no se besan como ellos lo hacen, o no se tocan como ellos se tocan; ni siquiera sabe si los amigos se miran como ellos se miran. Y ambos eran muy conscientes de eso, Gabriel vivía pensando en tratar de definir su relación, mientras que Renato se limitaba a soltar un 'las etiquetas son para la ropa, Ga.' que lo dejaba con el corazón por un lado y la mente en el otro. Porque uno le decía que no tenía que apurarse, que las cosas se daban con el tiempo, que si estaban destinados todo iba a encajar en algún momento. Pero el otro, por el contrario, le hacía pensar todo y calcularlo fríamente antes de hacer las cosas. Porque se asustaba fácil y tenía miedo de ser muy intenso con el chico, sin embargo sus sentimientos jugaban a dos puntas con él mismo y no sabía como pararlos.

-- ¿Puedo saber qué te tiene tan distraído hoy?

-- Vos. -- dijo Gabriel sin más, y ahí estaba esa parte que le decía que haga y diga las cosas cuando las sentía, esa parte que no le tenía miedo a nada. -- ¿A vos qué te pasa? Estás como muy pendiente de mí.

Renato se encogió de hombros y se sentó en frente suyo, depositando sus brazos en los hombros del chico y pegando sus frentes.

-- Deberías calmarte. Estamos en un lugar tranqui, escuchando una playlist que salta de Rodrigo a Virus y tomamos birra mientras nos queremos un poco. ¿Tanto necesitás pensarlo?.

Gabriel se puso a analizar la situación y creyó derretirse de amor ante la escena de Renato mirándolo expectante frente suyo mientras le acariciaba los rulos de la nuca con una mano. La respiración del otro tan cercana a la suya lo alteraba tal adolescente y creyó no necesitar nada más en el mundo que quedarse así toda la vida.

-- ¿Me acompañás a bailar este tema o estás muy embobado mirandome la jeta, Gallicchio?. -- soltó un Renato divertido mientras se levantaba y le agarraba la mano al otro para llevarlo con él. Estaba sonando 'fue lo mejor del amor' a todo volúmen en un parlantito que tenía el menor y no se negó en lo absoluto cuando lo vió bailar tan ridículamente en frente suyo.

tus pecasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora