Basado en el ending de SC4. Es decir, esto tiene spoilers, wachen con precaución.
Feliz cumpleaños pinche fantasma.
...
La batalla había dejado a Talim abatida, pero a pesar de la gravedad de los golpes recibidos, ella permaneció de pie. En las danzas del viento los bailarines permanecen al son de las flores arrastradas por la brisa, abrazados por la calidez interminable. Había usado las cuchillas de codo para defenderse a sí misma, y gracias a eso mantuvo los pies sobre la tierra. Su respiración, aunque errática, estaba intacta; le agradeció al viento porque aún conservaba con gracia su vida. Viendo al hombre moribundo frente a ella, se cuestionó si el riesgo de su propia alma había sido un error, pero su deber le daba recuerdos de una de esas viejas frases del viento: cuando la cuerda no es corta, no vale la pena caminar sobre ella.
Algol de rodillas parecía más sólo que nunca. No podía explicarlo con palabras (probablemente, a causa de una lamentable sensación); por él sintió algo más que sencilla lástima. No de esas de una mujer cuando ve un alma desgraciada en manos de la desesperación; era más bien como un sentimiento de culpa y tristeza. Las dos espadas que se habían desprendido de su cuerpo yacen intactas sobre el suelo y ella las mira, aunque con temor, y se anima a hablarle.
—No voy a preguntarle acerca del origen de las espadas —dijo y miró al hombre—. Cuál sea el producto de su naturaleza. He venido hasta acá para cumplir con una misión, y es la de purificarlas a ambas.
Algol no comprendía la autenticidad de lo que era quizá, una simple palabrería. Aquellas habladurías que no le inspiraban piedad retornaron a su memoria como un potente misil. La sacerdotisa se acercó a las armas, peligrosas y con el resplandor de un ente, y un gesto repleto de furia adornó su rostro. Los guerreros que se osaban a contradecirle exclamaban lo mismo, con oraciones que no eran más que simples injurias. La muchacha (no presumía una enorme edad) lo miraba con un brillo en sus ojos que desconocía. Negándose, Algol parecía observarla con desprecio. Ella no le dijo nada por eso.
La joven comenzó a rezar frente a las espadas, maldecidas por un hombre, y el guerrero místico vio frente a él un aura resplandecer.
—He hecho lo mejor que pude.
Algol no quiso abrir los ojos, porque otra de esas crueles e imperdonables mentiras se haría presente de nuevo. El viento suelta palabras desconocidas que le inspiran desconfianza hacia la sacerdotisa. Talim solo le rezaba al viento por esperanza mientras Algol la rechazaba. Sentía vibras extrañas que de alguna forma también le inspiraban (por primera vez en su vida) un espantoso sentimiento de pánico. No es como si solamente la soledad lo abrazara, pero ver a una joven divulgándole falsas esperanzas le inspiraba miedo por el futuro.
—Abra los ojos —le pidió.
Nunca se cuestionó el porqué pero lo hizo. Los sueños son, indiscutiblemente, un misterio que la mente crea en el subconsciente humano. Él era un hombre que, aunque fornido y cubierto por la soledad, luchaba por una ilusión. La espada purificada lucía casi irreal.
—Le he dado su verdadera forma a la Soul Edge —justificó Talim, viendo la impresión en los ojos de aquel hombre—. Lamento hacerle esperar.
Las leyendas contaban que dentro de la espada maldita se albergaba el alma de un hombre. Nadie más que Algol sabía de la veracidad de aquellos mitos que murieron entre las mentiras lóbregas inventadas por los seres que creían en falsos dioses. Ella no parecía malintencionada la primera vez que la vio, y en efecto, esas sospechas eran ciertas. Como en los viejos tiempos, el alma dentro de la espada lucía como un sueño que se había hecho realidad. La sonrisa de aquel hombre, honesta y deslumbrante, de repente le incitó a llorar. Había escuchado su voz, y la sacerdotisa sonriente le abrió el paso.
—Mi querido hijo... —masculló entre lágrimas.
Esa noche, ambos se tomaron de las manos. Esa sensación, escasa en aquellos caos, era como un milagro dado por el viento. Talim se dio la espalda cuando aquellas dos almas se alejaron de la soledad, y dio un último rezo al viento. El rey sagrado ya no sentía ira por una añoranza tan lejana, y el alma de la espada liberada de la maldición le ofreció un descanso eterno donde ya no necesitaba sufrir para conseguir su más grande añoranza. La proeza de la sacerdotisa le fue gratamente agradecida, y ésta les dio una última sonrisa cuando finalmente había cumplido su misión.
— Querido viento, desde lo más profundo de mi alma, quiero suplicarte una cosa. Por favor, bríndale a estas dos almas la paz hasta los últimos días.
Y las dos espadas ya no necesitaron luchar nunca más.
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