Era Irina O'Connor quien se afrontaba a la idea de volver a la Universidad. A ese lugar que la había desviado por completo de su sueño, en donde se convirtió en la persona que ella más odiaba. Pero lo necesitaba, necesitaba un título para trabajar en algo que no sea en una cafetería que tratan a toda camarera como si fuera una prostituta al darte un azote en el trasero.
El verdadero problema se encontraba de brazos cruzados, esperándola en su pupitre con unos ojos avellanados y llenos de furia. Un demonio con chaqueta negra que Irina tenía miedo de afrontar.
Los días pasaban rápidos para ella, y era el día de que todo concluya en ese pupitre viejo que con suerte llegaba a sostenerse a sí mismo.
En realidad, los días pasaban lentos y el juego apenas había comenzado ese mismo día. En ese mismo pupitre.
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