De verdad que no me lo creía. Las cartas perdidas... Me iva a dar algo, y por lo que veía a Emma también.
Suplicamos al profesor que nos dejara ir a pedir más información sobre lo sucedido, pero todo fue en vano.
Nada más sonar el timbre que indicaba que las clases habían terminado fuimos mi amiga y yo a investigar, pero una avalancha de estudiantes deseosos de llegar a sus casas nos arrastraron hasta que nos dejaron fuera del centro, el cuál cerró al instante.
— No me lo puedo creer. — dijo Emma mientras yo recuperaba el equilibrio tras haber sido arrollada.
— Me da que vamos a tener que esperar hasta el lunes, y no me gusta esperar. — refunfuñé.
— Vaya finde voy a pasar pensando en las condenadas cartas. — y tenía razón, seguramente nos pasaríamos los días amargadas pensando en ello.
Doblamos la esquina y nos dirigimos hacia un banco en el cual mi hermana Anna estaba esperándonos. Siempre quedábamos allí a la salida para ir juntas a casa, ya habéis visto la que se forma cuando terminan las clases, con suerte no se te caía el zapato al salir de entre tanta gente.
— ¿Ya estáis listas? ¿Por qué estáis tan despeinadas? ¿Os han vuelto ha arrasar? — dió en el clavo. Digamos que no era la primera vez que pasaba esto, tendríais que haber visto nuestras caras de horror el primer día de intituto.
— Puedee... pero esque nos pillaron desprevenidas. — dije avergonzada, porque era para estarlo aunque sea un poco.
— Es verdad, nosotras no tenemos la culpa de que sean unos bestias. — cuantaa razón tenía Emma. — Bueno, ¿nos vamos ya? Tengo hambre...mucha hambre. — dijo de una manera bastante cómica.
Íbamos tan concentradas las tres en la conversación que estábamos teniendo que no nos dimos cuenta que ya estábamos en la casa de mi amiga. Nos despedimos y caminamos hasta llegar a la nuestra, que estaba a unas viviendas mas abajo que la de Emma.
Nos detuvimos enfrente de la puerta para poder sacar yo las llaves de mi maleta. Cuando por fin las encontré las introduje en la cerradura para poder abrir. Al entrar fui corriendo a mi habitación a soltar la mochila y ponerme algo mas cómodo, así que decidí ponerme el pijama -ya que no tenía intención de salir esa tarde- y me hice una cola alta.
Fui a la cocina y me tomé un vaso de leche fría y un par de trozos de la manzana que se estaba comiendo mi madre. Acabé en el sofá junto ella viendo su película favorita, Crepúsculo. Mi madre estaba realmente obsesionada con Robert Pattinson.
Cuando terminamos de ver la saga entera, sí, la saga ENTERA, huí a mi habitación, rezando de que mi amada mamá no quisiera verla de nuevo. Una vez allí decidí que ya era hora de ponerse a hacer los deberes que me habían mandado mi querida profesora de lengua.
Los acabé justo para la cena, menos mal porque me moría del hambre. Bajé corriendo las escaleras y me senté en mi sitio esperando desesperadamente que pusiesen la comida encima de la mesa. Podía oler lo que mi madre estaba termiando de preparar en la cocina.
— Mmm huele a... ¡a pizza! — no me acordaba, la mayoría de los viernes cenamos pizza. Ya era tradición mas que nada.
— Vaya olfato que tienes hija. — dijo mi padre saliendo de la cocina junto con mi madre, la cual llevaba la tan esperada cena en sus manos.
Ya nos habíamos zampado, con mucho gusto, más de la mitad de la comida cuando mi madre preguntó, inocentemente, por las cartas de San Valentín. Ya os conté que me había pasado día y noche escribiéndolas, y mi madre era consciente de ello.
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¿Un amor de verano?
RandomVianna es una adolescente normal de 16 años, que a pesar de tener unos cuantos chicos detrás de ella, nunca ha salido con nadie, y no precisamente porque no quisiera. Es solo que la pobre no se enamora fácilmente. Según ella está esperando a que el...