Las Cartas Desaparecidas

78 10 2
                                    

Menos mal que llegamos a tiempo a la primera clase, que pasó realmente lenta y pesada, no sé como no me quedé dormida.

Por suerte ya terminó la clase, y con más suerte aún, tocaba matemáticas. Seguramente me estaréis llamado loca ahora mismo, es decir, ¿quién en su sano juicio se alegraría porque le tocase esa asignatura? Nadie, de verdad.  Por lo que estaba feliz no era porque fuese mates, sino por el profesor. No, no está bueno, si es lo que pensáis, es solo que enseñaba muy bien, era muy divertido, y para colmo,  dejaba usar los móviles en mitad de la clase. Por no mencionar que nos pasábamos toda su hora hablando y haciendo el tonto. ¿Qué más se podía pedir en un profesor? Que esté bueno... cierto.

El caso era que ahora tendríamos tiempo para charlar y cotillear un poco con el resto de las chicas de la clase. Y obviamente el tema de conversación eran chicos, famosos, moda o simplemente algún que otro amorío. Pero hoy tocaba hablar sobre las cartas que creemos que nos podrán mandar o si alguna tenía intención de confesarse a alguien. Realmente nos divertíamos mucho.

Me dirigí con Emma hacia el aula donde teníamos que dar la siguiente clase. Al entrar vimos que ya estaban todas las chicas colocadas y preparadas para empezar con nuestra charla, así que no tardamos nada en llegar hacia ellas y acomodarnos también.

— Holaa chicas. — las saludé bastante enérgica.

— Holaa guapas. —nos respondieron todas casi a la vez, al mismo tiempo en el que el timbre que marcaba el inicio de la siguiente clase sonó. Y seguido de esto el profesor llegó.

— Bueno ¿qué? — dijo el profesor acercándose a nosotras, que por cierto se llamaba Vicente, al vernos a todas colocadas dispuestas a parlotear en cualquier momento. — Veo que ya estáis preparadas para la hora del té, —así lo llama él — espero que la próxima vez traigais algo de picar y me déis aunque sea un poco.

Empezamos a reírnos, y a decirle cosas en plan: "Claro y ya que estamos avisamos al mayordomo"  o  "Por nuestro profesor favorito lo que haga falta". Notándose en cada palabra la ironía.

Ya habéis visto el por qué  nos agrada tanto este profesor.

Una vez se alejó de nuestras mesas comenzamos la tan esperada conversación.

— Veo que están muy guapas hoy chicas... ¿Por qué será? —dijo Elsa con una sonrisa un tanto picarona.

Elsa era una chica muy divertida y sociable, pero algo rebelde. Su pelo le llegaba algo mas por abajo de los hombros, era oscuro, no llegaba a ser negro gracias a unos reflejos color caramelo naturales que tenía. Sus ojos, también oscuros,  siempre llevaban rimel.

— Eso me pregunto yo... —le respondí siguiéndole el juego, y volteé la cabeza para mirar fijamente a Silvia. Una chica muy mona con ojos y pelo castaño. —Veo que estás muy arreglada ¿no, Silvia?

Era algo típico,  me refiero a que a Elsa y a mí nos gustaba 'meternos' con Silvia. Era muy inocentona, pero que no os deje engañar, es una actriz de primera. En cualquier momento podía decirte cualquier tipo de cosa, tú te la crees y luego ella se ría de tí. Es muy bromista, pero muy buena chica.

— No voy tan arreglada... — dijo ella tímidamente y bajando la mirada, a lo que Mélody, su mejor amiga, le respondió asintiendo con la cabeza de manera irónica.

Acabamos todas riéndonos, como siempre.

— ¿Creéis que habrán confesiones hoy?— preguntó Begoña pensativa.

Para ser sincera, Begoña era de las pocas personas que conocía bien y me caían ¿mal? Es difícil de explicar. Se podría decir que me daba mucho coraje. Se creía mejor que nadie (aunque ella lo negara), siempre iva a por lo que le importaba, cosa que admiraba, de verdad, pero ha ella nunca le ha importado si con tal de conseguirlo dañaba a alguien. Y no digo esto por decir, lo digo porque lo he vivido. Hubo un tiempo en el que estuve muy deprimida porque desde que YO le dejé entrar a ella en nuestro 'grupo' siempre ha querido ser el centro de atención,  y a consecuencia de eso me había estado dejando de lado para hacercarse más a MIS amigas.

En resumen, que las dos nos tratábamos con conveniencia.

—No creo que haya muchas, la verdad. — le respondió Mélody algo fría, ya que ha ella intentó hacerle lo mismo que a mí. — Éste año están casi todos los chicos pillados, y los que quedan dudo mucho que tengan el valor de confesar algo, por algo estarán solteros.

Todas reímos a causa de ese último comentario. Tenía toda la razón del mundo.

Seguimos hablando tan animadamente que la clase se pasó en un abrir y cerrar de ojos.

Al fin llegó la hora del almuerzo, y eso solo quería decir una cosa... Todos los alumnos estaban ya haciendo cola para depositar las cartas en el buzón. Así que nos apuramos Emma y yo en comer para salir corriendo hacia la larga fila.

—No te puedes creer lo nerviosa que me estoy poniendo. Observa bien las caras de todos los chicos, quién sabe si alguno de ellos será el autor anónimo de alguna de nuestras cartas. — señoras y señores, ésa era mi querida amiga Emma entrando en su mundo de yupis, pero para qué mentir, yo estaba igual o peor.

— Tienes razón. A lo mejor uno de ellos se convertirá en mi admirador secreto. — dije bastante emocionada.— Y me mandará una carta perfumada junto con una rosa todos los lunes de cada semana para darme ánimos y no caer en depresión por culpa de los exámenes. — tengo mucha imaginación, lo sé. Mi amiga me miró con una cara de complicidad al darse cuenta que yo pensaba lo mismo que ella.

Entre tonterías y risas al fin conseguimos mandar las cartas, ninguna de ella iva dirigida con fines amorosos, siento la decepción. Todas eran para dar gracias a mis amigas por haber estado ahí cuando las necesitaba.

Durante las tres horas que faltaban para que los profesores repartieran las cartas, se podría decir que TODAS las chicas del instituto se encontraban nerviosas, y yo no era la excepción. Pero eso sí,  yo soy diferente, y no estaba nerviosa por si alguien se me declaraba, sino por ver la cara de mis amigas a leer las emotivas cartas que yo les había escrito. Soy rara, soy consciente de ello.

Gracias a dios que llegó la hora del cartero como le decíamos a cuando repartían las cartas. Entró el profesor al aula y se disponía a a empezar la clase cuando Elsa lo interrumpió.

— Profesor, ¿dónde están las cartas que tenía que repartir? —dijo algo nerviosa puesto que él no las llevaba encima.

— ¿Qué cartas? A mí no me han dado ni dicho nada. — dijo ésto y casi todos nos quedamos en shock. ¿Cómo que no sabía nada del tema?

— ¿Puedo ir a preguntar por ello en conserjería profesor? — preguntó Elsa, ya que era la delegada de clase y tenía que encargarse de asuntos como éste.

El profesor le dió permiso, y todo el tiempo que tardó en llegar Elsa la gente se preocupaba cada vez más,  sobre todo las chicas. A mí desde luego me iva a dar algo.

Derrepente entró mi amiga al aula con una cara amarga.

— Al parecer otras clases también se han quejado de que no les llegaron las cartas. — dijo entristecida. — Dicen que lo mismo se han perdido y que seguramente no tendremos, al menos nosotros, las cartas este año...

Emma y yo nos miramos instintivamente. Estaba flipando, ¿Cómo que habían perdido las cartas? No me tiré noches y días enteros pensando y escribiendolas de manera que cada una fuera única y especial para que ahora no pudieran recibirlas. Estaba dispuesta a encontrarlas, me daba igual si tenía que estar todo el día dándole por saco a quien alguien con mis preguntas, por mí como si fuera el mismo director. Pero yo iva a recuperarlas.

¿Un amor de verano?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora