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Había pasado un rato desde que salí de casa, ya había anochecido aunque eso no me preocupaba, no me encontraba lejos de casa y tampoco creó que se preocupen en ver si estoy bien.

Sigo sin creer que mi padre haya cambiado tan fácil a mi mamá por una perra.
¿Qué acaso no se da cuenta que esta con el sólo por el dinero?
¿Qué acaso no tienen un poco de respeto por la memoria de mi madre?

Habían pasado tres años desde su muerte pero podía sentirlo como si fuera ayer.

Llegué a un parque en el que decidí sentarme debajo de uno de sus árboles. Estar así, calmada, sin problemas a mi alrededor, hacia ver todo más sencillo, más blanco.

Pero la cruda realidad es que era de color negro, porque existían los problemas y no había calma a mi alrededor.

Estuve un rato, hasta que mi estómago delataba que era hora de cenar y no lo culpó ya que no había merendado.
Me puse de pie y limpié el césped que se había adherido a mi pantalón.

El parque estaba vacío y unas luces lo iluminaban dándole un ambiente de serenidad.
Me encantaba este parque, con mi madre venía de niña a jugar o simplemente a quedarnos a observar a las personas y en ese tiempo se sentía como un lugar feliz y sereno, sólo que ahora sólo es sereno, oscuro y triste.

Al pasar por los juegos sentí una mirada que se me clavaba en la espalda, gire para ver que era y mis ojos chocaron con los de un chico.

Eran los ojos más obscuros y tenebroso que había visto en mi vida, el estaba ahí viéndome pasar.

Tenía un cigarrillo en una mano y una botella de vodka a medio llenar en la otra, era un chico lindo pero a juzgar por su estado no se veía nada bien.

Dudé unos segundo en el acercarme y ayudarlo o simplemente irme y dejarlo ahí, como un fantasma.
Pero no podía dejarlo así, porque yo sabía lo que era estar en ese estado y no recibir la ayuda de nadie.

Conforme me fuí acercando pude ir observando mejor su rostro.
Era blanco, probablemente el chico más blanco que había visto, su cabello estaba un tanto despeinado pero de una forma que lo hacia ver sexy y era de color negro al igual que sus ojos, sus labios estaban rojos e hinchados.

Al estar lo suficientemente cerca le pregunte:

-¿Estas bien?- mi voz salió un tanto temblorosa a pesar de que no sentía miedo

-¿A quién le hablas?- me contestó, su voz era un tanto ronca, masculina.

-Al fantasma que esta detrás de ti- conteste sarcásticamente, se que no era el momento pero lo siento, yo era así.
Al no recibir respuesta decidí intentar de nuevo- lo siento, se que no es el momento pero en verdad ¿te encuentras bien?

-Acaso me veo bien-sus ojos se conectaron con los míos y me transmitieron un sentimiento de tristeza

-Veo que no, ¿te puedo ayudar en algo?- sólo giro su cabeza y le dio un gran trago a su botella, pude notar como paso el líquido con facilidad y al abrir sus ojos estaban rojos y cristalizados.

-Vamos nena, no necesitó de tu lástima, porque no te vas con tus papis mimados y dejas a este tipo solo- que pesado.

- En primera, tu que sabes de mi para juzgarme así y en segunda, no me acerque a ti por lástima, pero si así lo quieres ver allá tu- me di media vuelta y retome mi camino pero una voz me hizo parar.

-Vale, lo siento, soy un pesado, sólo que no estoy bien y se me hace que esta demas que me lo hayas preguntado- punto para el chico.

-Vale yo lo siento, deja me presentó me llamó Venus pero me puedes decir Vee.

-Yo soy Alexander pero me puedes llamar Alex- no podía entender muy bien lo que decía por los efectos del alcohol me imagino, pero a pesar de eso pude escuchar su nombre, era lindo.

Decidí sentarme en el columpio que estaba a su lado.

-Un gusto, y bueno, Alex, me quieres contar el porque estas aqui así- lo escanee con mi mirada, llevaba un playera de queen, unos pantalones negros y unos vans con cuadritos blancos y negros al igual que los míos sólo que los míos eran naranjas y blancos.

El chico de la biblioteca Donde viven las historias. Descúbrelo ahora