Crees que eres feliz hasta que un día te percatas del fango al que solías llamar hogar.
Te intentas mentalizar de que eso es lo único que hay, que es todo lo que tienes... lo que te mereces..., aunque a veces concibes la posibilidad de que todo finalmente acabe siendo nada, pero el simple hecho de pensarlo hace que todo tu alrededor se acelere, tanto que asfixia.
Y eso, si que da miedo.