John les había hecho una visita ese mismo día durante la puesta de sol. Cuando regresaban del río en compañía de Renjun y Xiang, Jeno distinguió a duras penas el repiqueteo de las herraduras sobre el pasto, desacompasados con las pisadas del burro. Él no dijo nada, pero Jaemin posteriormente soltó un jadeo al avistar al soldado Seo a caballo, empuñando la espada en su cintura y con una posición amenazante desde las alturas, muy cerca de la pequeña choza a la que se dirigían.
-Joven Jaemin, estoy seguro de que existe una razón detrás de su ausencia en esta... vivienda.
Jaemin tembló por el tono frívolo del soldado, quien había bajado del animal para tomar del cuello a Jeno y ponerlo a disponibilidad de su espada desenvainada. El esclavo tuvo que actuar rápido, antes de que John asesinara al pelinegro.
-¡Fuimos al río! ¡Eso fue todo! Lo juro, no intentaba escapar... nunca lo haría -su tono de voz fue descendiendo hasta convertirse en un débil susurro. Aunque eso último no lo decía con honestidad, era lo más convincente que pudo pensar para que el soldado no dañara a Jeno, él no se tendría la culpa si intentase hacerlo.
-Por supuesto que no lo harías, eres un privilegiado de la corona... por ahora -detrás de ellos, Renjun permanecía estático, impotente ante la situación. Ese hombre estaba amenazando a su mejor amigo y enfrentarlo sería un suicido, especialmente por su altura y el armamento que llevaba encima-. Fueron al río -murmuró John- a bañarse, me imagino -Jaemin asintió, un débil sí escapó de sus labios y distinguió la mandíbula de Jeno tensarse por la posición en la que estaba sometido. John presionó la hoja de la espada más cerca de la yugular del pelinegro, quien respiraba pesado por la amenaza-. ¿Sí sabes que está prohibido tocar al favorito de su majestad?
-Jamás lo toqué -espetó-, y asumo que sabes que ni siquiera lo vi.
Jeno soltó una risa irónica que hizo que John endureciera la expresión, molesto ante el tono burlesco del contrario. Su mirada pesada se dirigió a Renjun, luego aventó a Jeno hacia un lado y este cayó sobre el camino de tierra.
-No le sugiero que se acerque a él, joven Jaemin. Y tú, no te atrevas a ponerte de pie -dijo altanero cuando el esclavo pretendió ayudar a Jeno; la mirada altiva se posó en él como advertencia por breves segundos, y luego se dirigió al mayor de los tres-. ¿Y qué hay de ti, niño?
A pesar de estar dirigiéndose a Renjun, John se enfocó en acariciar el cuello del equino. Sus dedos largos se paseaban por el pelo gris, la otra mano reposando en el mango de la espada; sus ojos venenosos enmarcaban el punto justo en el que podría apuñalar al animal si Renjun decía algo que no le gustaba.
-Yo, uh -tartamudeó-, estaba limpiando a... a Xiang.
-¿Así que se llama Xiang? Qué interesante nombre -murmuró antes de dirigirse a él-. ¿Por qué estás con ellos? Se supone que este es el sitio más solitario del reino.
-Lo es, yo solo le llevo algunos cereales y leche a Jeno. Él, uh, no podría conseguirlos solo -Renjun no pudo evitar que la voz le temblara, Jaemin distinguió a Jeno apretar la mandíbula por las palabras de su amigo, que aunque absolutamente necesarias, no dejaban de ser denigrantes para su condición. Con lo mucho que odiaba ser subestimado.
Era una persona capaz, como cualquier otra. La única desventaja era que su mundo estaba cubierto de un manto de opacidad que le impedía ver nítido.
John pareció más convencido, dirigió una última mirada a los tres y se montó en su caballo.
-Vendré por estos días, y no me interesa lo que hagan ustedes dos, pero el favorito de su majestad se queda ahí en todo momento -señaló la choza con un cabeceo antes de emprender la marcha. Jaemin se precipitó entonces hacia Jeno, su corazón se estrujó al ver la suciedad y ligeros raspones en sus manos, la línea roja de una cortada superficial en el cuello, y las rodillas igual de arruinadas que sus palmas.
-¿Te encuentras bien, Jeno? -Renjun robó sus palabras.
-Sí, lo estoy. Será mejor que vayamos dentro.
Jaemin quería llorar de la impotencia, ellos dos habían sido buenos con él y todo lo que recibían eran amenazas por su culpa. El esclavo recogió el bastón del camino pedregoso y se lo entregó a Jeno para caminar lo poco que faltaba, se encargó de remover las láminas de la entrada y prestar especial atención a los cuidados de sus manos raspadas. No podía evitar que le ardieran los ojos al pensar en lo grosero que se portó John con ellos.
Una vez estuvo curado, Renjun se despidió de ellos y emprendió el camino de regreso a su casa al anochecer. Jaemin habría insistido en que se quedara, pero no podía tomar ese tipo de decisiones por Jeno; en cambio, mejor encendió el fuego en la chimenea para alumbrar la oscuridad de la vivienda y colocó agua caliente con indicaciones de Jeno para preparar el té.
Cualquier ruido en el exterior le aterraba, el solo pensar que John podría llegar a ellos y asesinar a Jeno a diestra y siniestra solo por un mal movimiento, lo tenía temblando. Menos mal Jeno no podía verlo en ese momento, con la expresión consternada y el corazón latiendo fuertemente, mientras el otro hombre permanecía sentado, tranquilo, con la expresión neutra y los ojos apuntando al fuego que no podía ver.
Jeno únicamente habló para señalarle en dónde estaban las hojas de té, Jaemin solo musitó respuestas cortas. Al sentarse a su lado, el silencio era demasiado incómodo e inmediatamente se arrepintió de no haberle pedido a Renjun que se quedara.
-Deja de preocuparte tanto -habló el mayor, Jaemin intentó calmar la agitación en su corazón porque quizá Jeno era capaz de percibirlo.
-Uh, yo... estoy bien.
-Puedo escucharte agitado, no puedes respirar bien -Jaemin no replicó, las palabras de Jeno parecieron servirle de tranquilizante junto con el chisporroteo del fuego en la leña. Los ojos le pesaron de repente y quiso dormir profundo, no en las sábanas de seda del rey ni en el jergón al rincón de la habitación, sino en su propio hogar de vuelta en su nación, luego de agitadas horas de aprendizaje. Esa era la vida que conocía, ese era el lugar en donde quería estar-. No tengas miedo, Jaemin -Jeno interrumpió sus pensamientos, el otro hombre buscó su mano sobre la mesa y Jaemin la acercó para dejar que la envolviera con su palma cálida, las ganas de llorar incrementaron y luchó porque sus lágrimas cayeran silenciosas.
Jeno le escuchó sorber la nariz, su mano buscó su rostro y limpió con el pulgar los rastros húmedos en sus mejillas. Ninguno dijo nada, solo dejó que Jaemin llorara por largos minutos hasta que se tranquilizó, y lo supo cuando pudo escucharle respirar más calmado.
-Será mejor que vayas a dormir, yo me encargaré de apagar el fuego.
-Yo puedo hacerlo.
Jeno no replicó, en su lugar permaneció silencioso mientras Jaemin echaba agua a la leña. Pronto, escuchó movimientos, los pasos de Jaemin yendo de un lado a otro y después el vellón hecho a un lado, el frufrú de la tela contra sus prendas y lo difícil que se le hizo acomodarse. Sonrió en medio de la oscuridad, esperaba que Jaemin pudiera conciliar el sueño.
-¿Te vas a quedar ahí sentado toda la noche?
Jeno tragó duro, había preparado el único lecho que tenía para el invitado, pero ahora pasar la noche sentado no sonaba muy agradable como cuando lo pensó la primera vez.
-Tal vez. Duerme ya.
La voz gentil del mayor casi rompió el corazón de Jaemin, de entre lo poco que tenía, Jeno le estaba dando todo. Desde que era pequeño, su madre le enseño a ser agradecido, y a pesar de las circunstancias, hoy no sería la excepción.
-Tengo frío, Jeno. Ven a dormir a mi lado.
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No odien al Yani, el tiene sus motivos para actuar así uwu
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Nowhere to be seen | nomin
FanfictionEl rey debe enviar a su favorito lejos del palacio para su protección mientras él se dirige a la guerra, por lo que la mejor opción a su favor, es el plebeyo solitario a las afueras del reino. Es así como Jaemin, el esclavo favorito del rey, es envi...