Amanecer

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— No sé cuánto más pueda seguir con esto.

Dongyoung golpeó el muro frente a él con su puño cerrado, la frustración era visible en sus ojos.

— No son nada, ¿o sí? —Ten alzó las cejas—. Si quieres que dejen de verse solo dile y ya.

— Es que no lo entiendo... —El pelinegro bajó la mirada—. Con todo lo que llevamos viéndonos no me ha intentado besar, o tomarme de la mano, ¡nada! Es como si...

— ¿Como si solo le gustara pasar tiempo contigo? —Inquirió el tailandés.

— Qué asco —Dongyoung hizo una mueca.

— No veo el problema —El más bajo se cruzó de brazos— No se intenta sobrepasar contigo, te compra cosas y por lo que me has dicho hasta es lindo.

Ese es el problema —Exclamó el pelinegro—. Actúa como si quisiera jugar a los novios pero me trata más como a una mascota, como si no me quisiera solo por mi cuerpo...

— No todos en el mundo buscan sexo y nada más.

— ¡¿Y qué irías a saber ?!

Ten frunció el seño y se levantó de su asiento.

— Arréglate tú solo entonces —Acto seguido salió de la habitación con un portazo.

Sabía que sus palabras no tenían justificación, y había dejado que la ira sacara lo peor de él mismo; tenía tanto en qué pensar y tan poco tiempo que a esas alturas era más estrés que hombre, y su principal problema tenía nombre y apellido.

Moon Taeil no era una mala persona. Era atento, sabía escuchar y tenía una voz agradable; de haberse conocido bajo otras circunstancias pudieron haber sido buenos amigos. Sin embargo, el mayor era una persona confusa, Dongyoung nunca sabía en qué pensaba.

Desde que se conocieron formalmente el pelinegro fue muy cuidadoso al evadir el tema de su situación económica, temiendo que el castaño se diera cuenta de sus verdaderas intenciones. No obstante, fue Taeil quien comenzó a llenarlo de presentes por su propia cuenta; Dongyoung lo odiaba. No era un niño del que tuvieran que hacerse cargo, y no estaba acostumbrado al tipo de atención que el mayor le brindaba.

Su primera "cita" fue casi como una premonición para el resto de sus interacciones. Le tomó poco darse cuenta de que Taeil era un hombre callado, pero lo atrapó observándolo fijamente en múltiples ocasiones; le pareció irritante.

— ¿Qué tanto me ves? —Preguntó él, su tono ligeramente hostil.

— Ah, lo siento —Taeil se apenó rápidamente, un tinte carmesí adornando sus pómulos—. Es que eres más guapo de cerca...

El estómago de Dongyoung se retorció de forma poco placentera ante el comentario; sabía que no se le consideraba atractivo en el sentido tradicional y pocas veces recibía esa clase de cumplidos. No sabía si lo que sentía era rabia o pura vergüenza.

— Gracias... —Respondió simplemente mientras acercaba su taza de café a sus labios y desviaba la mirada.

Moon Taeil lo miraba con el universo y las estrellas en sus ojos, completamente rendido a sus pies. El pelinegro pensó que debía estar verdaderamente desesperado para caer por un bailarín cualquiera como él. Lo repudiaba y al mismo tiempo no podía esperar para verlo, pero también sentía algo similar a lástima por el hombre, era su sucio secreto.

Y secreto hubiera permanecido, de no ser cuando durante una de sus "citas" en un restaurante sus ojos se perdieron mirando por la ventana, dando así con los muy abiertos orbes de Jungwoo. El pelinaranja se encontraba al otro lado de la calle, hablando por teléfono mientras esperaba por la luz del semáforo que pronto cambiaría a rojo. Se miraron fijamente por unos segundos hasta que unos autos cortaron su contacto visual; Dongyoung no podía verse, pero sabía que su rostro había perdido todo el color.

— Pudiste haberme dicho que te gustaban ese tipo de cosas... —Musitó el menor una vez que el pelinegro se atrevió a confrontarlo.

— No es lo que parece —Insistió Dongyoung— Solo somos amigos.

— Hyung, puedes decirme la verdad, eres mi mejor amigo y yo nunca te juzgaría.

El mayor apretó la quijada, lleno de una profunda cólera. Taeil era el idiota intentando ocultar su sexualidad, no él. A Dongyoung no le gustaban los hombres, no le interesaba el amor en lo absoluto.

— No me gustan los hombres —Repitió sin ganas.

No había nadie quien lo escuchara más que el espejo de su apartamento; su reflejo parecía mirarlo acusatoriamente. Golpeó el espejo con su palma abierta sin usar suficiente fuerza como para romperlo y salió del baño para recostarse de espaldas sobre su cama.

— No soy gay, no me gustan los hombres —Dijo al aire una vez más—. No me gusta Taeil, solo salgo con él por dinero.

Por más veces que sus labios dejaran salir esas palabras seguían sin sonar convincentes ante sus propios oídos. ¿Se estaba apunto de enloquecer acaso? Tenía que regresarse a sí mismo a la realidad, comprobar que no había sentimientos de por medio. Taeil no estaba enamorado de él, y él no estaba enamorado de Taeil.

La oportunidad perfecta le llegó en bandeja de plata cuando el castaño lo invitó a su lujoso apartamento para una cena especial. Él mismo había cocinado aquella noche, sin duda un detalle muy hermoso. Era una pena que no hubiera nadie ahí que lo apreciara.

Como era costumbre el mayor le dedicaba ojeos silenciosos, le escribía poemas con cada respiración. El menor se preguntaba una y otra vez, ¿cómo podía ser que no se diera cuenta? Taeil no hacía nada más que ofrecerle el calor de un hogar y un corazón abierto, y Dongyoung muy difícilmente se dignaba a mirarlo con irises fríos y distantes.

Una vez terminada la comida cambiaron de locación, sentándose en un gran sofá en la sala de la casa. Taeil bebía discretamente de su copa de vino, su atención estaba puesta nuevamente en su acompañante.

— Me alegra mucho que te haya gustado la comida —Afirmó el mayor con una pequeña sonrisa.

Dongyoung se acercó un poco a él disimuladamente.

— No puedo agradecerte lo suficiente por invitarme —Respondió rápidamente el más alto.

— No fue nada, enserio... Tenerte aquí es un gusto —El pelinegro observó las puntas de sus orejas enrojecer.

Se deslizó un poco más cerca.

— Tu apartamento en verdad que es una belleza, digno de alguien como tú.

— Qué va, para tener una casa así en verdad que soy poca cosa —Rió apenado.

El menor depositó el alcohol sin probarlo en la mesa sutilmente antes de continuar cortando el espacio.

— No te menosprecies así, encontrar un hombre bueno como tú hoy en día no es tarea fácil.

— Si alguien aquí es una gema poco común eres tú, yo soy uno más en la multitud... —Su respiración se cortó súbitamente.

Para cuando se dio cuenta tenía a Dongyoung trepado a horcajadas en su regazo.

Los largos y hábiles dedos del pelinegro acariciaban la suave y tibia piel de su cuello en un patrón casi hipnótico. Sus labios estaban a centímetros de distancia, y los afilados ojos del menor amenazaban con perderse en las gentiles pupilas del contrario.

— Taeil hyung... —Ronroneó.

— Doyoungie, ¿qué piensas hacer? —Se atrevió preguntar.

El más alto lo miró perplejo, notando el rubor delator sobre sus rasgos y la forma en que sus manos permanecían rígidas a sus costados.

— ¿No es obvio? —Su voz era baja y rasposa—. Voy a acostarme contigo, ¿no es eso lo que quieres?

Una sonrisa llena de diablura se formó en sus belfos al sentir las manos inquietas de Taeil subir por su cintura, más se borró inmediatamente al darse cuenta de que el mayor lo estaba alejando.

— Primero... —Soltó el castaño casi en un susurro—. Primero quiero que me ames.

Los ojos de Dongyoung se abrieron de manera que casi escapan de sus cuencas.

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⏰ Última actualización: Nov 21, 2018 ⏰

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