Bernal se bebe con prisa la leche fría, suele quedarle pastosa en la garganta, pero tomársela caliente le da dentera. En tres largos sorbos se la termina y continúa aseándose. Es puntilloso y tarda un rato, debe ir hecho un pincel.
Nico ha dormido toda la noche fuera, él sabe muy bien que no debe correrse semejantes juergas entre semana, pero la compañía era grata y las copas gratis. Su colega aún sigue roncando, se lleva un paquete de galletas de la despensa, ya se lo compensara. Después de todo, él siempre le gorrea dinero.
Al salir de su adosado, Bernal esboza una mueca de desagrado al mirar su parterre. El césped está descuidado. Hablará con el jardinero.
Nico se enfunda en varias capas de camisetas y sudaderas. Se revuelve más el pelo en un intento de que parezca descuidado adrede. En la calle hace frío, las galletas resultan estar rancias. Tira medio paquete a una papelera.
A Bernal, ya le han llamado dos veces al móvil de camino a la oficina. En tan solo unos minutos, aplazó dos citas y concretó una comida de negocios para ese día.
Nico manda un mensaje a un compañero para que le guarde un sitio en la sala de actos, esa mañana toca conferencia en la facultad y el tema sería motivo de examen. No llegará a tiempo. Tampoco se preocupa demasiado.
Bernal no ha desayunado nada sólido, y sabe que no tardara en tener hambre. En casos como este, suele comprarse un bocadillo en el ultramarinos de la esquina, estos sándwiches en recipiente de plástico, paradigma de la época moderna. Últimamente, se ve algo fofo así que, por una vez, decide pararse en una frutería.
Mirando el teléfono, Nico casi choca contra un transportista. Hay un camión de repostaje montado en la acera, dos hombres cargan cajas de naranjas al interior de una frutería. No es muy dado a la fruta, pero no le vendría mal algo fresco y dulce para sacarse el mal sabor de boca dejado por las galletas. Se lo comería de camino a la universidad.
Nada más entra en la frutería, Bernal ventea el aire buscando aromas. Frunce el ceño pasando de estante en estante, nada le convence, hasta que un fogonazo anaranjado atrae su atención. Los melocotones se ven aterciopelados, apetecibles. "Parece que no están mal", se dice Bernal.
Lo primero en lo que se fija Nico al entrar en la frutería es en los melocotones, lucen jugosos, se dispone a coger el más grande de todos. Las manos se encuentran sobre el melocotón al unísono, el contacto es casi eléctrico.
Nico y Bernal tremolan sonrisas tras observarse mutuamente, en la mirada de ambos se refleja ahora una firme decisión: ninguno de los dos se iría en ayunas.
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Archivos inconscientes (relatos cortos)
Short StorySurrealistas o experienciales, inquietantes o emotivos, cortos o largos. Estos relatos han sido escritos a lo largo de los años para mí mismo, sin cortapisas de ningún tipo. La gran mayoría han dormitado en silencio en las entrañas mi ordenador, ha...