Nos mostraron ligeramente los alrededores y nos dieron una habitación a cada uno por el momento. Sorprendentemente Oikawa era un hombre amable pero con una lengua filosa. Tenía que reconocer que estando en el puesto en el que estaba, tenía que ser así o de otra forma lo pasarían por arriba.
Mientras me cambiaba el vendaje por uno limpio y mucho mas cómodo que Shoyo me había conseguido pocos minutos después de asentarme, recordé la mirada feróz del comandante Iwaizumi, quien no era más que la mano derecha de Oikawa. Un escalofrío me recorrió la espalda al pensar en él, de cierta forma lo sabía.
—¿Para quien trabajas?—Solté el trapo de inmediato al sentir el frío y peligroso filo de la cuchilla contra la garganta.
El corazón latiéndome velozmente contra el pecho y el miedo atravezándome todo el cuerpo al mismo tiempo, me dejó inmóvil incapaz de defenderme.
—Me vendieron para pagar la deuda de mi familia.—Conseguí decir entre dientes con miedo a moverme demasiado y terminar con mi vida en aquel mismo instante. Con la voz quebrada solo me quedó escucharlo.
A lo lejos pude sentir los pasos apurados de varias personas, por lo que él cedió. Apresuradamente me cubrí el pecho con el kimono que yacía abierto desde la cintura. Sus ojos verdes me escanearon de arriba abajo nuevamente, avergonzada terminé de atarme el kimono.
—Por favor no le diga al Lord Kageyama.—Supliqué finalmente logrando desatar el nudo de mi garganta. Arrodillada en el piso y apoyando mi cabeza en mis manos, cerré los ojos a la espera de la sentencia final.
—Solo necesitamos números en la guerra, no tiene importancia si eres hombre o mujer.—Comenzó haciéndome alzar la mirada pero al verlo supe que para ellos mi cuerpo solo valía para hacerlos parecer poderosos frente a otros clanes y tras escrutarme descaradamente se encaminó a la puerta.— Deberías trabar la puerta si vas a andar medio desnuda en el ala de los soldados, Nakamura.
Desde mi posición, aún arrodillada en el suelo, pude vislumbrar como sus orejas y cuello se teñían de carmín. Soltando un suspiro reforcé el nudo en la cintura antes de buscar algún objeto con lo que trabar la puerta.
Tras finalizar mi baño, sentí como la voz que me había amenazado minutos antes, nos pedía presentarnos en el jardín principal. Por lo que me apresuré para no quedarme sola en los pasillos.
Ni bien llegué reconocí alguna caras en la formación, la mayoría de la capital. Si por cada uno de nosotros había una familia desesperada por noticias de nosotros y muriendo de hambre, no tenía medida la desgracia en la que los grandes Lores nos habían puesto, inconscientes del sacrificio que se hacía para comer todos los días.
Demasiado lejos como escuchar el discurso alentador al cual me oponía firmemente, uno a uno fuimos recibiendo katanas de madera mientras Iwaizumi nos ponía en parejas.
—Es bueno verte animado, Naka-chan.—Me felicitó Oikawa sonriendo levemente mientras tomaba la katana.— ¿Por qué no le muestras a Iwa-chan lo sencillo que puede ser vencerle?
Tragando saliva sentí un escalofrío recorrerme la espalda al sentir sus ojos verdes sobre mi. Oikawa me palmeó el hombro, practicamente empujándome contra el oficial.
—Como verán,—comenzó el morocho llamando la atención de todos. Rapidamente se formó un circulo entre nosotros.— Nakamura-chan es poco más experimentado.—Explicó haciendo reír a algunos mientras el pánico me inundaba.
Para mi fortuna no era la primera vez que peleaba, pues era la mayor en la familia, pero si era la primera vez en una pelea con un arma tan pesada. Iwaizumi frente a mi, tomó distancia, alzando la suya.
Oikawa señaló la buena postura de su mano derecha, por lo que me limité a imitarla. Sabía que recibiría un par de golpes pero esperaba desarmarlo cuanto antes si quería ganarle.
—No mueras, Naka-chan.—Canturreó haciéndose a un lado para dar comienzo a la pequeña batalla.
Frente a frente la diferencia de alturas me abrumaba así como también su fuerza bruta. Alcancé a golpear su rodilla un par de veces pero aún así no fue suficiente para frenar la velocidad de sus golpes a los que me había propuesto a esquivar y bloquear hasta el cansancio. Él tomó distancia claramente agitado y noté que comenzaba a andar cojo. Sonreí ligeramente permitiéndome analizarlo hasta el ultimo detalle, tal y como él lo hacía conmigo. Sabía que estaba cansada y no duraría pero él no bajó su rendimiento.
— Seguro que tus amigos de ciudad no tenían mi fuerza.—Se burló apuntándome con la katana a lo que escuché un par de risitas en mi espalda. Recobrando el aire esta vez fui yo quien comenzó el ataque.
Usé su contraataque para mi beneficio y conseguí quitarle la katana a lo que entre un silencio inesperado y un par de grititos emocionados de Oikawa finalmente me armé de valor para pelear mano a mano con él y agradecí una vez más del beneficio de mi estatura frente a oponentes tan altos.
—Mis amigos de ciudad eran tan idiotas como tú.—Bufé finalmente dejándolo en el suelo sosteniendo ambas manos en su espalda. Me acerqué a su oído murmurando para dejarle en claro no me dejaría vencer.— Cualquiera piensa que puede vencerme sabiendo que soy una chica. Ahí es donde pierdes, Comandante.
Lo solté recibiendo un par de victoreos y entre la multitud de soldados, Shoyo me guiñó el ojo antes de desaparecer. Una vez de pie y haciéndome la coleta otra vez recapacité sobre mis actos.
Si Iwaizumi me reconocía como amenaza, estaba segura que terminaría en un pozo junto a los demás cadáveres. Una palmadita en la espalda y una gran cantidad de cumplidos por parte de Oikawa me envolvieron en una burbuja de la cual no estaba segura si pertenecer. Iwaizumi todavía en el suelo se recompuso suavemente, viéndome con una chispa en sus ojos que no supe reconocer.