Cuando era pequeña todo parecía más fácil, aburrido. El mundo era maravilloso ante mis ojos y gracias a mi curiosidad le causé muchos problemas a mamá. Así era como me divertía. Sin preocupaciones.
Las cosas pequeñas eran las más grandes como en ese tiempo era mi corazón.
Sin darme cuenta comencé a caer. Los cuentos de Santa Claus y el hada de los dientes se volvieron mentiras. Los dibujos animados que eran cotidianos en mi vida se volvieron cigarrillos. Los "Te amo" de mamá se volvieron en "Deja de darme problemas". Sus abrazos en castigos. El juego del el policía y el criminal dejó de ser un juego. Se volvió realidad.
El mundo dejó de importarme. Mi familia dejó de importarme. Una maldita más en el infierno no lo volvería peor. Era mejor ser una de ellos y así no sufriría viendo lo jodidamente asquerosa que era la realidad.
Los dibujos los cambié por drogas, el escribir por el alcohol. Esas cosas que en el momento eran mi liberación casi me llevaron a la extinción. En ese momento toqué fondo, pero seguramente no será la última vez que pase.
Se fueron todos.
Alejé a todos. Los espanté.
Sólo quedamos la música y yo... mi infinita compañera y hasta el momento mi única salvación.