Avada Kedavra, querido

Cap. 1

Busqué indicios de que mi abuelo continuara vivo, pero el leve chirrido de la mecedora era el único vestigio que le afirmaba que todo había sido real. Si no hubiera salido esa noche, Voldemort no hubiese actuado. Era  hija de mortífagos y duele mucho perder a la única persona que no te traicionó. Recuerdo como si fuera ayer cómo me agazapé en un rincón, con el rostro empapado de lágrimas y presencié el momento en el que Voldemort tatuó permanentemente a mis padres en su antebrazo izquierdo. Después, me dijeron que nunca iría a Hogwarts , y pusieron  el pretexto de que padecía una deficiencia grave y que debían recorrer el mundo en busca del antídoto. Claro, que nunca nadie se imaginó que lo que en realidad pretendían era encerrarme en casa con mi abuelo para que yo nunca testificara. Pero se había acabado. Justo después de presenciar la muerte de mi abuelo y que Voldemort desapareciera, Albus Dumbledore irrumpió en mi casa y me aseguró que estaría mejor en Hogwarts y mi secreto estaría a salvo. O sea, que lo sabía...

Era un hecho, los Peck estaban en Azkaban y el Señor Oscuro estaba furioso. Muy furioso.

Me acompañó un auror llamado Kingsley para comprar todo el material necesario para cursar sexto año. Me contó que necesitaba protección. Voldemort me buscaba para saciar su venganza y que debía estar atenta a cualquier cosa. Me preguntó si mis padres fueron así siempre. No. Hubo un tiempo en el que me mimaron con su vida y me enseñaron los más de mil conjuros y cómo efectuarlos, claro que en ese entonces no entendía nada. Al cumplir los diez, me regalaron libros sobre hechizos y me dejaban usar sus varitas para ponerlos en práctica.

-Pero, no entiendo -dijo el auror- ¿Por qué se unieron a Voldemort?

-Supongo que por miedo -planteé mientras entrábamos al Emporio de la lechuza. Salí de ahí satisfecha con un gato gordo y blanco en brazos.

-¿Ya sabes a qué casa quieres ir?

-No, pero todas tienen buena pinta.

Aunque Slytherin sonaba bien.