¿Cómo sería si una chica ordinaria como las demás, estuviera al cargo de un erizo? Todo normal hasta ahora, ¿No? Pero, ¿Y si no se tratara de un erizo común y corriente? ¿Y si se tratara de uno antropomórfico y muy veloz? Pues, solo hay una forma de...
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Siendo un día soleado y pacífico; una chica pelinegra se hallaba descansando en su habitación. Cualquier chica de su edad estaría paseando, llendo al cine, o pasando el rato con sus amigos; pero prefería mil veces estar encerrada usando su teléfono.
—Vaya, no hay nada interesante en youtube, ni en wattpad — La pelinegra dejó su teléfono de lado — Ahora siento mucha hambre... Iré a ver que hay en la cocina.
Bajó a toda velocidad de las escaleras y llegó a la cocina; como era de esperarse, no había nada en el refrigerador. Bufó y lo cerró, para luego agarrar una manzana porque era lo único que había para comer.
—Agh, yo quería comer pizza — Se quejó mientras comía la manzana —. Mis papás casi nunca compran nada.
Aún comiendo su manzanita, subió las escaleras para ver la televisión; pero apenas puso un pie en su cuarto, una voz se oyó desde abajo.
—¡________! ¡BAJA RÁPIDO, POR FAVOR! — Gritaba esa voz; era su madre.
—¡YA VOY! — Dijo sin ganas de vivir.
Al bajar se encontró con su madre; quien estaba limpiando la casa. Era obvio que le pediría que la ayudara.
—Necesito que limpies el comedor, tu cuarto y también el baño.
—Ay, ¿El baño? — La ojiámbar puso expresión de cansancio y algo de asco. Pues obvio, nadie querría limpiar un lugar en donde medio mundo hace sus "necesidades".
—Sí. Perdón pero estoy muy ocupada, además sabes que dentro de un rato nos iremos a la casa de tu abuelo — Comentó mientras acomodaba cada detalle de la sala de estar.
—Bueno mamá, ya te ayudo.
La chica obedeció el mandato de su madre, y fue a hacer lo pedido. Al terminar su cuarto y el comedor, le tocó lo que menos quería hacer; limpiar el baño.
—Ay, solo un milagro me salvará de esta...
Y ahí fue cuando una voz se oyó desde la puerta:
—¡________! ¡Cambio de planes! Nos iremos más temprano, ya puedes dejar de limpiar — Se oyó la voz tan dulce de su madre.
—¿De verdad ya puedo parar de limpiar? ¿En dónde habrá aparecido una rosa blanca? — Comenzó a mirar a su alrededor como si fuera a hallar algo.
Al llegar con su madre también se encontró con un hombre más alto que su madre. Era su padre, quien miraba sonriente a su hija.
—Ya nos vamos hija, ¿Estás lista?
—A ver, espera... — La pelinegra miró su vestimenta, la cual estaba desarreglada y algo sucia —. Rayos... ¡Vuelvo en cinco minutos!
Subió las escaleras lo más rápido que pudo, y se abalanzó directo a su armario que se parecía mucho al de narnia. Como eran escasas las opciones para elegir entre su ropa, optó por tomar una camiseta azul y unos pantalones negros. Fue hacia donde sus padres y salieron de la casa, se subieron al auto y emprendieron viaje hacia la casa de su abuelo.
