Capítulo XXII.- Alastor

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Bueno, tras mucho sufrir aquí os dejo el capítulo 22... Este me ha costado mucho y no estoy segura del resultado. No sé si le he hecho justicia a todo lo que se venía gestando hasta ahora, espero que sí, jajajajaja. ¡Y también espero que os guste! Un abrazo a todos y gracias por estar ahí ^_^

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6 de noviembre de 1888

En la habitación de George Joestar, la ventana estaba entreabierta. La brisa del otoño se filtraba a través de ella y enfriaba el ambiente, pero el médico había recomendado que la estancia se airease con frecuencia y así lo hacían.

—¿Cómo te encuentras hoy, padre?

Jonathan estaba de pie junto a la cama, erguido y tenso. El aspecto del hombre que yacía en el lecho era cada vez más preocupante. Su palidez se había acentuado, y aunque no tenía fiebre, el brillo en sus ojos parecía demasiado intenso, más de lo saludable. Aún así, miró a su hijo con una sonrisa.

—Mejor, mucho mejor.

Una tos insistente le asaltó antes de que pudiera añadir nada, desmintiendo sus palabras. Jonathan se inclinó hacia él para acercarle el vaso de agua, pero George alargó la mano para cogerlo él mismo. «Intenta ocultarlo. Quiere parecer fuerte para no preocuparme. Pero ya no soy un niño. Veo lo que está pasando».

—En dos días estaré como nuevo —añadió el caballero una vez hubo aclarado su garganta.

Jonathan sonrió sin energías y asintió.

—¿Puedo hacer algo por ti? ¿Quieres que te ayude a bajar abajo? Te sentará bien cambiar de aires. Te haremos té, Dio tocará el piano y avivaremos el fuego de la chimenea.

La expresión de George se suavizó y su sonrisa se volvió honesta y transparente. Ya no era la máscara tras la que ocultar la enfermedad, ahora era un gesto sincero.

—Eres un buen chico, Jojo. Un buen hombre. —Le miró como si fuera consciente de pronto del paso del tiempo—. Un buen hombre, sí. Y también tu hermano. —Hizo una pausa, tomando aire. Un sonido silbante vibró en sus pulmones—. Es buena idea, pero quizá más tarde, ahora creo que dormiré un poco más. Esta noche ha sido extraña.

—Sí, lo ha sido —contestó Jonathan sin pensar. Su padre le miró de forma inquisitiva, pero él hizo un gesto con la mano, restándole importancia—. No es nada. Tuve un sueño muy confuso, pero no me hagas caso. No ha sido más que un sueño.

George asintió y le dio un par de palmadas afectuosas en la mano.

—No pierdas más tiempo conmigo. Tendrás cosas mejores que hacer, estoy seguro.

Jonathan dudó un instante, pero finalmente se dispuso a abandonar la estancia. Antes, volviéndose hacia su padre, depositó un beso en su frente y le arropó. El viejo caballero rió por lo bajo ante la escena.

—No hace tanto tiempo era yo quien te arropaba, y ahora mírame... Así es la vida, hijo. El tiempo nos va limando igual que a trozos de madera.

—No exageres, papá... Cuando te recuperes puedes venir a arroparme de nuevo, si tanta ilusión te hace.

George rió, pero un nuevo acceso de tos le partió la risa en quebradizos estertores. A Jonathan se le encogía el corazón en el pecho cada vez que lo escuchaba.

—Ya no es necesario... ah... —Volvió a palmearle la mano con cariño—. Vamos, vete de una vez. Esta noche bajaré con vosotros. Te lo prometo.

El fuego y la tormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora