¿No quieres venir a mi hotel, cariño?
¿No quieres abrazarme, decirme que me amas?
¿No sabes que nunca he amado a nadie?
Excepto a ti.Trash (Miss America), Lana del Rey
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Las miradas eran diferentes, pero siempre en ese momento de la noche, hacían conexión por una brevedad de segundos. La suya iba cargada en curiosidad, y la otra que no le pertenecía, en misterio.
Desde el puesto de flores que su madre tenía frente al hospital, JongIn admiraba durante ese escaso momento, la inmensidad de los ojos negros, y la piel tersa y blanca como los jazmines que le entregaba tras cobrarle.
Y así se repetía tres veces a la semana.
JongIn ya conocía el horario; el hombre pasaba por su puesto a las ocho en punto, compraba alguna variedad de flores que por lo general siempre eran unos aromáticos jazmines o en su defecto, rosados claveles que hacían juego con sus bulbosos labios.
Claro que le entraba curiosidad de saber para quién serían, pero también sería ya demasiado atrevimiento siquiera preguntárselo, por lo que su encuentro de miradas, sólo se limitaba a un «buenas noches» y «adiós». Un simple intercambio de dinero.
O así parecía ser en ese mes, hasta aquella noche en que las intenciones le parecieron cambiar de rumbo.
—Adiós JongIn.
Una sonrisa cálida por parte del elegante hombre despidiéndose, y que acababa de dejarle anonadado al haberle llamado por su nombre. ¿Se lo habría dicho su madre en alguno de esos días en que él se quedaba estudiando en casa?
Sin dudarlo se lo preguntaría la próxima vez que lo viese.
Porque por aquella noche ya tenía más que suficiente, con el saboreo mental de la voz recitando suavemente su nombre, con aquella simpleza que no llevaba nada oculto, más que el misterio que a él mismo le parecía tener todo su ser.
Era como si el aura, lo intoxicase por esos segundos, logrando dejarlo atontado por el breve instante de la compra. Como si ese hombre de cabello oscuro cual noche, lo embriagara con su propio aroma personal, tan dulzón como los jazmines.
Tan letal como el veneno.
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El miércoles traía consigo la ansiedad de ver nuevamente al joven hombre, pero obviamente mayor. Si lo ponía en números, JongIn le daba aproximadamente unos treinta años, y si los comparaba con sus veinte, no eran en lo absoluto ya mucha diferencia. No cuando él también era mayor de edad.
Allí estaba nuevamente, vestido de traje negro, con una corbata gris bien anudada en su cuello, resaltando con creces la imponencia que ya ejercía todo su absoluto rostro. La pulcritud no pasaba desapercibida para JongIn, quien podía compararlo con una rosa blanca, tan prolijamente podada.
Aquel hombre que se había instaurado en sus más profundas fantasías en el último mes, otra vez estaba saludando con cordialidad y una sonrisa impecable.
—Buenas noches, JongIn —frenó delante de su puesto, observando con rapidez la variedad de flores que tenía para elegir—. Hoy dame algo nuevo, y con aroma suave.
Ante el pedido, se levantó ágil de su banquito detrás de los montones de macetas y baldes con racimos, sacudió su delantal azul tejido y decorado por su madre en ramificados hilos dorados, para atreverse como no lo había hecho antes, a cuestionar lo que no debía; olvidándose inclusive, de su objetivo principal.
—¿Para quién son las flores?
Lo había soltado, con vergüenza, pero tranquilo, porque quizá entonces podría olvidar aquellas sensaciones invadiendo sus sueños despiertos, y dormidos también. Necesitaba saberlo, y así podría avanzar o simplemente detenerse para siempre. Y así simplemente continuaría admirándole en silencio. Continuarían realizando un intercambio entre dos desconocidos.
O tal vez no tanto. Ese hombre ya sabía su nombre.
—Para mi madre... —suspiró agachando la mirada—. Está en coma hace un año.
—Oh... Entonces, llévele algo que le dé vida a las frías habitaciones... —respondió con prisa y señaló a su izquierda—. El naranja de los narcisos, le dará alegría, la energía del sol brillará en ella y la hará querer despertar para volver a ver otro amanecer.
—Vaya... Eso es muy lindo de tu parte, dámelos entonces —asintió.
Se apresuró a sacar el ramo, para secarlo en las puntas y envolverlo en un celofán cuidadosamente; y cuando se lo entregó, recordó nuevamente su principal cuestión, el roce de sus dedos con los ajenos que depositaban el dinero en su mano, le hicieron sentir el cosquilleo, ese que subía por su antebrazo y quería picar en su corazón.
—Cómo... ¿Cómo sabes mi nombre?
—¿No es un poco obvio? —alzó una ceja, estirando una ligera sonrisa al tomar el ramo.
—Oh, sí, ¡claro! —asintió atolondrado, de repente cohibido ante la mirada juguetona—. ¿Cómo te llamas tú?
—¿Es broma? —parpadeó con notoria incredulidad.
—¿Por qué lo sería? —osó una vez más, porque verdaderamente estaba tan asombrado como el hombre mismo.
—Qué rápido te olvidaste de mí, deben haber muchos más acechándote, JongIn —se acercó un instante a su rostro, provocándole un temblor en todo el cuerpo, lejano a cualquier miedo, cercano a cualquier inminente excitación.
—¿Qué?
—Soy Do KyungSoo, ¿ahora me recuerdas? —susurró cerca de su oído—. ¿O tengo que invitarte otra vez?
—¿Invitarme a dónde? —exhaló con dificultad. Sintiendo la mano libre de ese hombre llamado KyungSoo, acariciar su brazo erizado, y subiendo hasta su hombro.
Absolutamente aquél momento, estaba superando toda fantasía tenida hasta esa noche. Ni sus sueños más lúcidos, eran tan excitantes y atrevidos como aquello. Porque simplemente, nunca le había sucedido algo así. Si era una fantasía haciéndose realidad, entonces era demasiado ardiente, más de lo que su mente toleraba, más de lo que realmente podía crear.
Una invitación nunca se había cruzado por el campo colorido de su imaginación. Sólo situaciones en las que escapaba de aquel puesto, o bien, en las que ahora ese hombre con nombre, ese atractivo Do KyungSoo, lo empotraba en algún callejón, en un sucio baño del hospital, o en el espacio más recóndito de su puesto de flores, siendo cubiertos por las decenas de macetas.
—¿Quieres venir a mi hotel, cariño?
No sabía a qué se refería con «su hotel», pero notando el porte elegante, el hospital privado y renombrado de en frente, la compra casi diaria de flores, y las visitas tan frecuentes, definitivamente debía tratarse de alguien con bastante dinero. Probablemente Do KyungSoo, pudiese tener un hotel a su cargo.
Y sin titubearlo, él sabía qué era lo que deseaba de alguien tan majestuoso y misterioso. De un hombre mayor, y con una apariencia desesperada por llamar también la atención. No había más curiosidad en JongIn, sólo quería satisfacer también, al igual que KyungSoo, ese lujurioso deseo por lo desconocido.
—Sí. Quiero.
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Veneno Floral🌹(SooKai)
FanfictionPara JongIn todo comenzó con un: «¿Quieres venir a mi hotel, cariño?» Y sabía perfectamente para qué iría allí con ese hombre no tan desconocido, llamado KyungSoo. «Sí. Quiero» 🌹 «Minific de capítulos cortos inspirados en canciones»