Cuando la luz se apaga

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Aviso: Angst, sangre, tristeza. Tiene temas fuertes: Secuestro, violación implícita.

Por favor, tener precaución.

Enserio, esto es bastante fuerte.

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Ochako gimió de dolor cuando su pierna quedó atrapada. Tendría que esperar ayuda ya que si utilizaba su quirk, era posible causar un derrumbe y no podía arriesgar al resto de atrapados. El ataque de villanos, conos siempre, cayó de sorpresa, pero esta vez eran muchos. Habían varios héroes trabajando, otros, como ella, rescatando a las víctimas.

Ella sabía que Izuku debía estar peleando por ahí, siendo el número uno, no podía faltar en el campo de batalla.

Sintió unos pasos llegando hacia ella y trató de levantar la mirada, unas piernas muy pálidas aparecieron en su vista, y antes de que pudiera ver el rostro de quién estaba ahí, se sintió atrapada bajo un cuerpo, no pudo mover sus brazos.

¡Maldición, un villano!

Había creído que todos estaban fuera del edificio y había bajado la guardia.

—Oh, Ochako. Tanto tiempo sin verte —Ochako tembló ante la voz chillona. Le sonaba de algún lado, como si ya se hubiera enfrentado a la villana antes.

Pero no podía recordar.

—¿Quién eres? —me gritó. Necesitaba hacer tiempo hasta que llegaran a rescatarla. Sabía que no siempre podía hacerse la heroína, que uno de los aspectos importantes de un héroe era saber en dónde podía pelear y en donde no.

Y ahora en ese momento, sin rehenes y ella sin posibilidades de pelear, tenía que mantener al villano entretenido hasta que otro apareciera.

La villana soltó una risita chillona.

—¡Me ofende que no me conozcas, Ochako! —dijo. De repente, Ochako gritó ante un ardor en su mejilla cuando la chica pasó un cuchillo por ésta. La sangre comenzó a brotar y Ochako sintió que la villana se inclinaba sobre ella y pasó su lengua por la herida.

No se detuvo ahí, Ochako sintió escalofrío y estuvo a punto de gritar nuevamente cuando dos dedos se metieron en su boca y presionaron su lengua. La villana soltaba gemidos de felicidad mientras seguía pegada a su mejilla sin importar cuántas veces o con cuánta fuerza, Ochako mordiera sus dedos.

Parecía gustarle.

—Ah, una buena dosis no está mal —gimió la chica soltando la mejilla de Ochako. Le dio un lengüetazo nuevamente provocando otro escalofrío en la heroína. Luego, sintió una pequeña aguja en su cuello—. No me permiten cortarte más, Ochako. Pero como amaría verte sangrar más. Pero tengo trabajo, el héroe número uno.

Tazas de té verdeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora