Cinco ocasiones en que las mejillas de Kagura se encienden como fuegos artificiales y Okita Sougo está presente.
1. De rabia.
Okita Sougo no necesitaba hacer mucho para que Kagura explotara repentinamente y deseara hacerlo pulpa. Enojar a la chica china, si pudiera decirse así, era como un don que le habían entregado los dioses sólo a él. Una mirada, un comentario y el trabajo estaba hecho. Kagura saltaría sin contemplaciones sobre él y exigiría su cabeza. Era una rutina a la que Sougo se había acostumbrado y, a pesar de que era algo que se repetía con cierta frecuencia en su vida, no parecía cansarse de ello. Ofenderla, patearle por la espalda, pararse sobre ella o darle un puñetazo en la cara eran placeres culposos de Sougo, porque, aunque la chica tuviera la fuerza de un monstruo, seguía siendo una jovencita de catorce años y él un muchacho de dieciocho. No es que él tuviera mucha decencia, pero al menos entendía que, de cierta manera, estaba mal meterse con una niña. Aunque ella, claro, no era precisamente una niña cualquiera.
Pero Okita no podía evitarlo. Era condenadamente divertido hacer enojar a la china del Yorozuya. Y también todo un reto pelear contra ella, justo como ahora.
Todo había pasado muy rápido. En un segundo, Kagura disfrutaba de una deliciosa tira de sukonbu y al siguiente, su sukonbu estaba en el suelo, cubierto de polvo y otras porquerías. Ésa era su última tira de sukonbu y ella planeaba disfrutarla hasta el final. Pero el final se había precipitado y ahora sus manos y sus labios estaban vacíos. El sukonbu había desaparecido y con ello su cordura. El ceño de Kagura se frunció, sus puños se apretaron con violencia. Jamás había sentido tal rabia hasta ese momento. Sougo, por su parte, no había sentido jamás tal satisfacción.
Su sukonbu. Su adorado sukonbu.
Kagura no se molestó siquiera en adoptar una posición de batalla primero. Sólo se lanzó contra el perpetrador del crimen, sus manos como garras y sus ojos afilados como los de un felino salvaje. Lo último que Okita Sougo vio antes de que su boca conociera el sabor del polvo, fue el rostro furioso de Kagura, tan rojo de ira como el cheongsam que utilizaba.
2. De fiebre.
Sougo miró a Kagura desde arriba. Su vista favorita de ella, aunque no la mejor. Se reía de ella mientras la extraterrestre replicaba insultos con poca energía.
Además de su falta de fuerza para maldecir, Kagura parecía gemir y temblar, con su vista vidriosa y las mejillas teñidas de rojo fuego. Un pañuelo húmedo descansaba sobre su frente, complementando su aspecto enfermo. Estaba tendida dentro del kotatsu de la salita de la Yorozuya porque se negaba a moverse de allí. Se quejaba de frío, de dolor muscular, de cansancio, de la nariz llena de mocos y de muchas cosas más. Chillaba como cerdo en matadero, como si estuviera a punto de morir. Claro que ella estaba exagerando. Sólo tenía esas molestas fiebres que terminan dándole a las todas personas en algún momento de su vida.
Cuando Kagura estaba en medio de un insulto poco creativo (bastardo cabrón hijo de puta), Gintoki salió del baño, que era la persona con la que Sougo tenía asuntos en primer lugar, y dejó a la jovencita agonizante hablando con el viento. En seguida le planteó al Jefe un negocio y él, metiéndose el meñique en la nariz, declinó su oferta.
—Voy a pagarle, Jefe —insistió Okita. Gintoki volvió a negarse.
—No puedo. Ese monstruo —señaló a la convaleciente Kagura, que se ocultaba todavía más en el kotatsu— está enfermo. No puedo dejarla sola si se está quejando cada cinco segundos porque está ardiendo tanto que podría cocinar un huevo en su frente.
—Jefe, hay dinero —volvió a repetir Sougo, como si fuera obvio que Kagura era menos importante que una buena cantidad de efectivo.
—Ya dije que no, Souichiro. Shinpachi y su (también) monstruosa hermana están fuera de la ciudad. Nadie más va a venir a cuidar a esa niña quejosa aparte de mí. A menos, claro, que te estés ofreciendo.
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The OkiKagu Collection
ФанфикColección de Oneshots Okikagu en español. Publicados originalmente en FanfictionNet.