Okita frunce el ceño cuando ve a Kagura sentarse en su banca favorita del parque. Se siente ofendido al saber que el inmundo trasero de China usurpa su lugar y se pone en guardia inmediatamente. Avanza hacia ella con paso firme para moverla del sitio y recordarle quién manda allí.
Cuarenta y nueve insultos más tarde, daños a propiedad pública en tres millones de yenes, las rodillas raspadas, dos costillas rotas y un hombro dislocado, Okita sabe que Kagura manda allí... al menos por ése día.
Porque saber no implica aprender y Okita vuelve para recuperar su territorio tan pronto como le dan de alta en el hospital.
[o O o]
Sougo roba el paraguas de Kagura tomándola desprevenida. Es verano, hace calor y está a la mano. No hay otro tipo de razones ocultas para hacerlo.
El paraguas pesa quince veces lo que pesa un paraguas normal, pero al menos se está fresquito bajo su sombra.
Desde el suelo donde la ha empujado, Kagura lo maldice ál, a sus hijos y a sus nietos, y así hasta llegar a la séptima generación. Okita le entierra la cara en la tierra con el pie para callarla. El sol y sus gritos van a terminar provocándole jaqueca. No pasan más de dos segundos antes de que Kagura resurja cual zombie desde la tierra. Recupera su paraguas con una rápida combinación de golpes y una patada en los bajos.
Ahora es él quien le mira desde abajo.
[o O o]
Los enemigos de hoy son los mismos de ayer y también serán los de mañana. Kagura y sus clases de ladrona con la gata camarera del piso de abajo de la Yorozuya se lo recuerdan a Okita. Un segundo con la guardia baja y China le ha robado todos los billetes de la cartera y lo ha dejado tuerto en la licencia de conducir.
Cuando la vuelve a encontrar dos horas después, despreocupada y con las manos llenas de sukonbu, la arresta por asalto a mano armada y amenazas a un oficial de policía. Kagura maldice como es la costumbre y trata de arrancarle los ojos por inventarle la mayor parte de los cargos, pero tiene las esposas muy apretadas. Okita las ha mandado a hacer especialmente con una aleación rara de una galaxia lejana para evitar que su titánica fuerza Yato las destruya. A Kagura no le queda más remedio que ir con él a rastras.
A pesar de las súplicas del (probablemente algún día) cuñado de Kondo y los chantajes de Shiroyasha, Okita no retira los cargos y deja a su rival pasar la noche tras las rejas.
No recupera su dinero, pero al menos la deja sin comer durante catorce horas. Eso es algo.
[o O o]
Okita está enterado sobre todo lo relacionado con el novio de Kagura porque a la princesa Soyo le ha dado el capricho de mantenerlo informado. Los mensajes llegan siete u ocho veces al día marcados como correo urgente y él no entiende por qué debería estar al tanto de esa estúpida e irrelevante situación.
Para empezar, Okita no cree que exista alguien, hombre o bestia, lo suficientemente idiota como para querer a China como esposa. Todo eso del consorte debe ser un invento o alucinación de Soyo Tokugawa.
[o O o]
Yamazaki comenta tres días después sobre la destrucción que el poderoso cazador alienigena Umibozu provocó en el distrito Kabuki, entre otros. Al parecer todo ha sido culpa de unos gigantes que intentaron secuestrar a su hija para casarla (y no cazarla, lo cual sería lo más apropiado tratándose de China) y, posteriormente, destruir la raza humana.
Okita ata cabos y se cuestiona por qué la princesa ha olvidado mencionar convenientemente el pequeño detalle de que el novio de China era un maldito titán.
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The OkiKagu Collection
FanficColección de Oneshots Okikagu en español. Publicados originalmente en FanfictionNet.