2 •-• Observar, analizar y fallar.

607 45 2
                                    

Narración por: Maximoff, Wanda.

¿Han escuchado la expresión "desearía que mi madre estuviera viva para ver esto"?

Pues yo sí, no exactamente para verme aquí y en esta situación, pero quiero que esté viva.

Estábamos en una nave con las muñecas atadas, yo estaba apenas despertando y Pietro yacía como muy dormido en el suelo.

A nuestro lado, estaba un hombre afligido escuchando música con unos audífonos enormes. No lo reconocí de la batalla de hace un... ¿momento?, ¿día?

He perdido la noción de muchas cosas.

—Oye, inútil —llamé la atención del tipo, que ni siquiera volteó.

Lo intenté por unos minutos hasta que finalmente entendí que apenas escuchaba sus ideas.

Intenté despertar a Pietro, incluso mordí su brazo. Pero nada. Comencé a preocuparme.

Quién manejaba la nave en dónde íbamos, giró su asiento, era él, Stark; supongo que fue raro verme mordiendo a mi hermano.

—Rogers. Despertaron —informó.

Lo miré con desprecio, y este lo entendió, pues me habló.

—Mira, brujita, sé que estás molesta y que quieres asesinar a alguien...

—No a alguien, sólo a ti.

—Como sea, ¿sientes algo sobre tu cuello? —en efecto, lo hacía—. Es un collar que anula tus poderes, así que si quieres que eso —señaló— desaparezca y vuelvas a tener el poder de matarme, deberás portarte muy, muy bien, ¿entendido?

No tuve más que decir por ahora, no hasta que llegará el tal Rogers.

—Wanda y Pietro Maximoff —apareció, con una tablet entre las manos; era el pendejo del Capitán América—, gemelos, nacidos en Sokovia, huérfanos y sometidos a experimentos voluntarios  con Wolfgang von Strucker.

—Aún no sabes nada de nosotros, animal.

—Wanda Maximoff, es una chica bastante rara y, tu hermano gemelo, Pietro, es sumamente rápido. Pero eso de nada les sirve ahora —minimizó—. Díganme, ¿qué objeto tienen los experimentos?

—Son simples experimentos —me rehúse a responder con sinceridad—, Strucker sólo probaba si humanos comunes y corrientes podrían volverse super personas, como tú, ¿qué acaso tú no eres una cobaya?

—Fue para defender a mi país. Ahora tú dime, ¿por qué lo hicieron?

—Si te digo la verdad saldrás huyendo.

Tal vez no tenía poderes, pero podía desatar un nudo tan sencillo como el que me hizo el inútil que me ató.

—Sólo queremos saberlo para poder ayudarte.

—Yo no quiero que me ayudes, ni tu, ni nadie. Créeme, estoy bien.

Mis manos seguían tras mi espalda, pero ya no estaban aseguradas.

—Entonces, ¿no lo dirás?

—No, y mucho menos, ¡a ti!

Antes de exclamar, me levanté pensando atacar. Fue ahí que unos nada dolorosos choques eléctricos recorrieron todo mi hermoso cuerpo hasta que me volví a desplomar en el suelo, observando antes de irme a mí hermano que iba abriendo los ojos.

Supe que no esperaría nada para que él me acompañara en mi sufrimiento. Es un poco impulsivo. Debí besarlo antes de llegar hasta este lugar, maldición.

Soft.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora