Catastrofe Total

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Catástrofe total:

¿Qué se siente el verdadero miedo? Nadie lo sabia hasta aquella Noche, nadie sabia lo que pasaba, ni que ocurría con ellos. Podrían haber matado sin remordimientos a su madre, algo así como mi tétrico caso.

La Noche, empecemos diciendo que es extraordinariamente La Noche, con sus mayúsculas y todo. Era un hermoso 21 de junio en… Bueno, digamos que ya no había una distribución geográfica conclusa, pero diremos que era en América. Cuando fueron las ocho en punto, pareciese que todo se congelo dos milisegundos, pero en esos malditos dos milisegundos toda la perspectiva que admiraba con mis ojos, sufrió pequeños cambios… Si se podrían llamar pequeños.

                                                                                                                             

¿El Comienzo?

Iba caminando por la avenida mas cercana a mi casa, y volvía del hogar de un estúpido compañero, (seria mejor resaltar el “estúpido”). Casi trotando para llegar a mi casa a tiempo, de un segundo a otro vi a mi madre sorprendentemente en el medio de la calle, esperándome. Lo único que pude pensar fue: “otra charla sin sentido, diciendo que lo que importaba era que llegase temprano al hogar, por que mis estúpidos padres debían ir a trabajar”. Estaba preparado para el regaño, y cuando me acerque a ella, note sutiles cambios en su mirada… No se diría que era una mirada asesina, pero no era digna de mi madre.

 Lance un imbécil “hola ma”, a tiempo de que una mano me pego en la mejilla con una fuerza mayor a la de una adulta de 49 años. Caí al suelo y no se por que un pensamiento idiota vino a mi mente, “habrá hecho ejercicio estos días”, pero antes de poder quejarme, mi querida madre, me asesto una patada en el estomago.

Seria muy bello decir que me desmaye, pero la cara me ardía, y no sabia si podría mantener las galletas y emparedados que me había zampado dentro de mi cuerpo. Tenía las manos en mi cara, como un niño atemorizado, y sentía su mirada fría, calculando su próximo golpe. De a poco quite mi improvisado escudo contra la mirada “toma-tu-merecido-niño-malcriado”. Mire hacia arriba, hacia los costados. No había nadie.

Me levante del suelo, y revise mi reloj, 20:02. La ultima vez que había chequeado la hora fue cruzando la calle principal, y eran las 20:01. No podía solo haber pasado un minuto. Solo no podía…

Corrí a mi casa, con miedo a un segundo ataque de lo que llamamos mami. Llegue, entre. Todo estaba oscuro. Era demasiado temprano para apagar las luces, y supuestamente yo tenia que cocinar la cena. Recorrí la cocina con cautela… Nadie. Luego el living, y lo único que pensé fue, que raro, mi hermana debería estar viendo The Vampire Diaries, esperando para acusarme de ser un bastardo irresponsable que la iba a hacer morir de hambre.

Por si acaso fui al baño, tampoco denotaba alguna existencia de vida en mi casa. Subí las escaleras para tumbarme en mi cuarto, cuando escuche la voz de Blake, me estaba llamando. Fui a su pocilga, a lo que ella llamaba habitación. Sabia que su voz provenía de allí pero al instante que abrí la puerta, dejo de decir mi nombre, y tampoco estaba allí.

Ahora volvía a resonar mi nombre por la casa, pero no podía identificar de donde venia. A veces lo escuchaba en el piso principal, luego en el segundo piso, en la pieza de mis padres. Pensé que debía tomar un poco de aire y avancé hasta el balcón que se ubicaba en mi cuarto.

Comencé a escuchar un poco de música con mis auriculares, cuando una mano, o eso pensé, me tomo del brazo, jalándome hacia el precipicio del balcón. Apreté los ojos con fuerza, y cuando los abrí seguía sentado al borde con mi celular en el bolsillo.

Sonaba Tiptoe de Imagine Dragons. Tarareé el estribillo, “Hey yeah, don’t let ‘em know we’re coming”, cuando vi enfrente de mi, la figura de mi hermana, vestida completamente de blanco, haciéndola parecer un fantasma frente a mi mirada lúgubre. Tenia las manos alzadas hacia mi cuello, lo que me hizo reaccionar, “CORRE IMBECIL TU HERMANITA BLAKE TE QUIERE ASESINAR, CORRE SI QUIERES VIVIR PEDAZO DE TARADO”.

El problema: No tenía otra salida y no tenia mas opciones que:

                                                                1) Pelear.

                                                                2) Lanzarme por el balcón.

Indescriptiblemente opte por pelear, aunque los puños no se me daban muy bien. Me asesto un golpe en el estomago, (POR QUE AL ESTOMAGO, LA COMIDA DEBE SER DIGERIDA POR EL AMOR DE DIOS), y le pegue débilmente en la rodilla haciéndola trastabillar. Ahora si ella alcanzo mi cuello y con sus pequeñas manos comenzó a apretar. Me estaba asesinando lentamente.

Pensé en mi familia, en mis amigos, en mi inutilidad en cualquier deporte, materia o cualquier cosa que necesitaría ejercicio mental o físico, cuando… SI. A los ocho había tomado inútilmente clases de karate. Y nos habían enseñado un poco de defensa personal. Me acordaba que debía asestarle un golpe en el oponente en las costillas para atrasarlo. Lo hice con una pierna y ella se alejo tomándose con las manos el costado. Volvió a atacar con más ferocidad pero me corrí y se dio un fuerte golpe contra el barandal del balconcillo. Pegue un golpe a la nada misma, y ella apuntó un rodillazo a mi columna baja. Me lanzo contra el precipicio del balcón pero me aferre a una de sus piernas. Cayo. Me levante con un rápido movimiento, al mismo tiempo que ella también. Le lance de improvisto una de esas patadas que uno ve en las películas orientales de artes marciales. Alcanzo su cuerpo, lanzándola fuera del barandal.

“Wuaw, no puede ser que sea bueno en un deporte” pensé, antes de darme cuenta que había arrojado a mi hermana de una altura de cuatro metros y medio. Me precipite y mire hacia abajo... Yacía el cuerpo inerte de mi madre.

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