La miré extrañado por aquella pregunta. Creo que sabía de qué se trataba pero no quería contestarlo. De alguna manera no quería decirle la verdad, era muy pequeña, o mejor dicho inocente.
Seguía mirándome expectante y le respondi con otra pregunta:
-¿Saber qué?
-Creo que no soy lo suficientemente inútil para obviar algunas cosas.
-No entiendo.
-Claro que lo entiendes. Nosotros no estamos aquí solo por los asesinatos de nuestros padres o familiar. Ellos no saben con lo que están tratando pero nosotros si.
Sus conjeturas estaban empezando a inquietarme. No quería aceptarlo pero sabía que no era posible.
Le susurre:
-No sé qué ha pasado y tampoco sé lo que “sabemos” ni quiero saberlo. Pero si tú lo sabes debes ayudar a estos dos tipos a resolver las penosas y lastimeras muertes.
-Tu mirada demuestra lo contrario…
-No me molestes.
Me miro, profundamente lastimada y decepcionada aunque ni tuviéramos un vínculo de amistad. Se estaba marchando cuando regresó.
Me mostro su muñeca. Y tenía puesto el brazalete de mi madre.