Una reacción tardía

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Lo único que pude pensar al bajar las escaleras fue: “OH MI DIOS, OH QUE HICE, QUE DEMONIOS HA PASADO”. Hasta que llegue al cuerpo, y la miré. Con los ojos abiertos, llenos de demencia, y un hillilo de sangre que recorría desde la comisura de su boca hasta la barbilla, (obviando la sangre alrededor de su cabeza, inclinada en un ángulo sobrenatural hacia la derecha).

Estaba muy confundido, pensando en que cometí el primer asesinato de los tantos que provocaría. No quise cerrar sus ojos, por miedo a una mordida zombie, o algo por el estilo. No lloré, ni una lagrima… No éramos la familia mas unida, y tenía muchos conflictos con mis padres. Ellos solo eran lo que eran por una razón, la sangre que corría en mis venas. Nada más.

Entré a la casa de nuevo, y mire en todas direcciones, imaginando que la oscuridad desenterraría una muchedumbre de muertos vivientes. Bebí agua por que matar a alguien no era nada fácil. Bueno, es broma.

Salí a la calle, a buscar aquel cadáver que me helaba la sangre. Mi búsqueda fue inútil, por que los restos de mi familiar no existían más. No se encontraban allí. No especulé, por que sabía que la paranoia no era algo sano para esta mente tan “sádica”.

No me preocupé en nadie más. Creo que aunque suene cruel, no estaba triste por la muerte de lo que se hacía llamar “mamá”. Sólo le tenía un aprecio familiar a Blake y sabía que no debía llamarla en caso de una “SUPERMEGARCHI EMERGENCIA”, lo que se refería a que un chico haya tocado la puerta preguntando por ella. Mi hermana era aquel estereotipo de las niñas delgadas, obsesionadas con su belleza, inculcando la estupidez en cada rincón de lo poco que quedaba de su cerebro. No me caía bien, pero sin saberlo, le había tomado cariño a sus constantes tonterías y bromas.

Afuera no había ni un movimiento, ni un auto, ni la mera presencia de la vecina con su lagarto, los dos igualmente repugnantes. Dudaba que la dueña no se convirtiera en ese reptil.

Conducí mi Jeep vieja, hacia la casa de mi mejor amigo, Leví. Un judío no tan judío. No respetaba ninguna de las reglas de su religión, y su frase de vida era: “los animales son malévolos, se pondrán en contra de nosotros, solo cómelos”. Era un buen escritor, aunque todas sus novelas tratasen de fiestas descomunales y el personaje principal (él) era el anfitrión.

Llegué a su hogar, y me atendió su madre, (que de por sí era mi amor platónico), unos cincuenta y tantos, aunque con una figura de universitaria. Llamó a su cuchimunisol, como ella llamaba a mi mejor amigo, quien bajó con sus habituales jeans desgastados, y lentes de sol. Le había dicho desde los trece años que no los necesitaba, ya que lo hacían parecer mas idiota de lo que era.

Leví era guapo,(no malinterpreten), tenia piel morena, y su pelo parecía la 2da guerra mundial. Tenía ojos almendrados, que eran lo suficientemente grandes como para asustarte una noche oscura de invierno. Siempre le preguntaba cual era la necesidad de andar como un vagabundo por la vida cuando él era adinerado, y me contestaba con un: “soy tan bello que el sol me desprecia”… Sí. Por si me olvide era pretencioso y tarado, aunque buen amigo.

Me invitó a pasar, pero antes de que pudiera terminar la frase entré. Aún me perdía en su mansión tres pisos judía. Subimos a la sala de juegos y le dije que cerrara la puerta con llave a lo que contesto:

-¿Qué? ¿Ahora te parezco tan atractivo que te encierras con el adonis del presente en un mismo cuarto?

-Ya cállate. Maté a mi madre.

-¡¡¡¿¿¿QUÉ???!!!

-Bueno, no lo sé. Algo malo esta ocurriendo.

-COM…COM…CÓMO QUE LA MATASTE.

-LEVÍ NO SEAS IMBÉCIL Y ESCÚCHAME UN MOMENTO-

Explique todo lo que sucedió, mientras que me miraba con los ojos abiertos… O así los tenia siempre.

-Carter, necesitas… Necesitas tomar una ducha. Creo que tomaste unas copas de más.

-QUE NO ESTOY LOCO, ALGO OCURRIÓ.

-Tranquilízate viejo… En serio, ve a tomar una ducha y me vuelves a contar tu “historia asesina” cuando vuelvas.

Asentí, quizá él estaba en lo correcto.

Me duché, aclarando mis ideas, y repitiéndome: Soy Carter Lane, tengo sólo 17 años, soy un niño sano según la psicóloga, nunca consumí drogas. Miré la hora… 21:13. ¿Será que la comida que me comí en la casa de mi compañero tendría algún estupefaciente? No. Era un estúpido cristiano conservador.

Me acerqué a la sala de juegos, cuando de pronto, todo haz de luz existente desapareció. UN MALDITO APAGÓN. Luego pensé, “Nos vemos de nuevo oscuridad, ya no te temo”. Iba a tientas con una mano en la pared a mi izquierda, cuando, oh amén. Encontré a Leví. Le dije:

-Paga por lo menos las cuentas de luz y deja de gastar tu dinero en Lauren.

Lauren era la novia de Leví. Una perra que me odiaba a toda costa, y decía que era una mala influencia para MÍ MEJOR AMIGO. En ese momento, él empezó a tararear “it’s not about the money, money, money” y se mereció una patada en su pantorrilla.

Me pidió que le volviese a contar la historia, y esta vez resalté la parte de, en un momento era mi hermana, y después de verla desaparecer por el balcón, mi madre. Rogó que lo llevase a la escena del crimen, ya que ni él ni yo tuvimos buena relación con mis padres.

-Carter, algo muy raro me pasó a mi.

-Pues cuenta.

-Encontré un brazalete que no era mío, hace unos pocos minutos mientras te bañabas.

Sacó un brazalete, plateado, con dibujos de elefantes.

-¿Qué haces con el brazalete de mi madre?

Catastrofe TotalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora