–Estoy cansada, Damion.
Natalia estaba recostada en el sofá de la casa del alemán, aun desnuda y con el pelo hecho una maraña de enredos. Estaba cansada de aquella situación, pero él la había llamado y, por mucho que quisiera, no podía negárselo. Se había plantado allí, aún con el chándal de su equipo de baloncesto, el pelo recogido en una coleta y sin pizca de maquillaje. Es decir, como no habría ido jamás cuando eran pareja.
–¿De qué?
–De todo, de ti. No estás bien, y lo peor es que ni siquiera te das cuenta.
–¿Entonces por qué has venido? –Damion se pasó las manos por el pelo, con un aspecto igual de terrible, antes de coger su camiseta para vestirse.
–Pero cómo no voy a venir... Si cada vez que suena tu número en mi móvil creo que va a ser tu madre diciendo que te ha pasado algo.
–¿Qué cojones me va a pasar?
–¡Me das miedo! –La chica se incorporó, buscando por el suelo su ropa interior casi con urgencia. –Por lo que te puedas hacer, es que no estás bien.
–Estoy genial.
–Claro Damion, tú siempre estás bien... Debo estar ciega.
Recordaba perfectamente la escena. Él la había llamado llorando después de su entrenamiento y ella, como no podía ser menos, había ido. La casa estaba hecha un desastre y, a conjunto, también su ex novio, que parecía haber vuelto a su fase emo más profunda. Natalia había intentado que él hablase, pero había sido imposible pues, tras dar dos pasos, él la había abrazado y besado del mismo modo que en portal aquella mañana.
Aquello no estaba bien, la chica fue más que consciente mucho antes de que acabase sobre él en el sofá. ¿Pero qué podía hacer?
–No voy a quedarme, no tendría siquiera que haber venido.
–No te vayas, Nat. –Damion ni siquiera alzó la vista al decir eso.
–¿No ves que no nos hacemos bien? Estabas radiante estas semanas y... A veces siento que el origen de todos tus males soy yo, y no quiero, porque es un pensamiento que me mata.
–Pero es que no tengo problemas. –Repitió él, casi a modo de mantra.
–O que no quieres verlos, que no es lo mismo.
Ella terminó de vestirse y, con destreza, volvió a colocar su pelo en una coleta deshecha. Tenía un aspecto terrible, casi tan malo como él. Se visualizó desde fuera, en aquella casa donde la cantidad de botellas de alcohol superaba al polvo, que no es que fuese poco.
Eran un desastre. La situación, ellos mismos, el lugar en el que estaban. Natalia reprimió las ganas de llorar y, en consecuencia, comenzó a reírse de pura desesperación.
–Sabía que tú necesitabas ayuda, lo que no veía es que, con esto, resulta que también la voy a necesitar yo. Vaya dos mierdas nos hemos ido a juntar.
–Natalia, no eres una mierda.
–Y tú tampoco. Pero podría repetírtelo doscientas veces, podrían decirtelo tus amigos, tus profesores, Famous o, yo que sé quien, mi gato incluso; que no serviría de nada. Porque al final del día, el que se lo tiene que creer eres tú y, cariño –Casi se atragantó al decir aquello, pero volvió a recuperar la compostura. –, no somos psicólogos ni terapeutas. Podemos quererte, pero no curarte. No sirve de nada que venga y follemos, solo nos va a dejar peor. Porque esta mierda solo hace que yo no te saque de mi puta cabeza y que tú sigas buscándome cada vez que tu vida se desmonta. Y me mata, Damion, solo tengo dieciséis años joder.
ESTÁS LEYENDO
Damn! Right?
HumorDamion tiene todo lo que un emo podría desear: una novia gótica, fama en myspace, una foto firmada por Ryan Ross... pero son los 00's y la vida no es fácil en el instituto Luis Cepeda de Terrasa. Carlos Right, por otro lado, tiene todo lo que corres...