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YoonGi nunca fue un chico de muchas aspiraciones y ese día todo era como siempre; una fría y estática silla con él mirando detenidamente la ventana que se encontraba a su lado, cada detalle del solitario y triste paisaje parecían ser lo más interesante del mundo. Era un día como otros, sentado, esperando igual que siempre....

¿A quién? La respuesta es más sencilla de que parece y más compleja a la vez: a su joven amado.

Con porte elegante y carisma inigualable, Kim SeokJin poseía los rasgos más finos que en su corta vida conoció, su sonrisa era capaz de asimilar a la de un dulce ángel; pero al ver sus ojos reflejar cierta malicia pensaba que había sido enviado desde el inframundo para poner su vida de cabeza. Cada día lo veía pasar por aquel pasillo y ante sus ojos parecía un ser divino o una joya preciosa, que por más que viera y deseara, siempre estaba fuera de su alcance.

Sin embargo, y a diferencia de como sería para muchos, aquella distancia nunca fue un problema para él. Simplemente poder observar esas delicadas hebras doradas siendo mecidas por el suave viento le bastaba para que sus días fueran iluminados y, aunque él quisiera ocultarlo, le era imposible no sentirse el ser mas dichoso del planeta.

Toda su vida fue un chico callado y no tenía la intención de dejar serlo; para él nunca se dio la ocasión correcta de hablar con alguien y no podía mentir, era mejor así, porque podía sentirse más él sin tener que fingir para que otros gustaran de su persona. Es por eso que cuando regreso al colegio ese año estaba seguro de que todo sería como el anterior, sus compañeros felices de verse de nuevo, ruido insoportable en todas partes, nada especial.

Nadie especial.

Pero no contaba con que sus grandes muros se destruirían instantáneamente para poder observar al estudiante transferido que estaba en el salón de al lado. Un chico sumamente atractivo y talentoso para todo, era un poco más alto que él y al verlo de pies a cabeza sintió al instante interés, algo en él cambió ese día. Empezó a sentir atracción por el chico y aunque al principio no lo aceptó, ahora sabe que realmente le gusta; pero él no era como los demás y simplemente acercarse para hablarle le parecía lejano.

Su amado logró llevarse bien con todos en su salón en la primera semana y con todo el instituto en el primer mes. Es por eso que no le resultaba raro que el día de hoy recibiera a diario declaraciones de chicas, las que eran rechazadas una tras otra, eso solo lo motivaba a seguir en las sombras, si no se interesaba en las chicas, ¿cómo podría fijarse en él?

Al poco tiempo notó un patrón, el rubio todos los recesos pasaba por allí; eso afecto mucho en su apariencia, empezó a vestir mejor y a ir un poco mas arreglado. Siempre fue consciente de que no sería notado; pero tal vez SeokJin giraría por un instante y él no se podía dar el lujo de causar una mala impresión en aquel joven que robo su corazón, sin hablarle para hacerse querer como persona lo único que le quedaba era lucir relativamente bonito.

Por otro lado, su preciada joya dorada sufría en su interior por no ser lo suficientemente valiente como para acercarse al castaño de ojos gatunos. Desde que ingresó se volvió muy conocido y casi todos querían tener un poco de su atención o su compañía, por eso era que tal vez no comprendía el porqué aquel chico del salón cercano, pequeño y delgado, nunca le dirigió ni una mirada.

Era lamentable, sí, porque el único muchacho que hizo latir su corazón estaba lejos de él, como un regalo que no podía abrir, algo que, por más que quisiera, no podía ver.

El joven era solitario y nunca convivía con nadie, eso le hizo pensar que si trataba de acercarse terminaría siendo ignorado, prefería vivir en su lejana tortura actual, con la certeza de que no fue rechazado por nadie. De todas formas el estaba acostumbrado a ser el centro de atención de todos y el simple hecho de que la única persona que realmente le atrajo no le prestara atención era, para él, un castigo que solo el mismo podía quitarse, pero como siempre el miedo lo invadía y no le permitía continuar.

Una lejanía que era para ambos la tortura más cruel, pero no se atrevían a hablarse. ¿Por el miedo al rechazo?, realmente no, su temor era aun más profundo, aunque lo ignoraran. El miedo a no saber actuar frente a esa persona tan especial, de la que solo conocían el nombre, porque sabían con seguridad que no era nada más, ni nada menos, que su alma gemela.

Un par de miradas que se cruzaban por unos instantes, los ojos fijos y el deseo de compartir algo más eran infaltables. El rubio terminaba soltando un suspiro de resignación al no poder ser lo suficientemente fuerte como para acercarse a su mayor anhelo. El otro cerraba sus ojos esperando despertar de esa fantasía, al abrirlos, nuevamente el paisaje estaba vacío, y él tranquilizaba su respiración, con una sola mirada ambos terminaban exhaustos...

Pero todos esos silenciosos momentos estaban por terminar...

El ciclo del amor [SuJin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora