Tu actitud

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Ten en claro que por escribir no eres más inteligente o especial que tus compañeros que van a fiestas o que usan su tiempo para otra actividades de ocio. Pensamientos tan tóxicos como el creerte mejor que otras personas solo por dedicarte a la «literatura» o ser «escritor» (palabras que en boca de varios están llenas de petulancia) no te llevarán a ninguna parte.

Pero bueno, ¿qué tiene que ver tu comportamiento con lo que escribas? Muy simple. Una persona que de forma no irónica piensa lo que mencioné recién suele caer en el mal de tratar al lector como un tonto, explícita o implícitamente.

Supongamos que eres ateo y que piensas que los que creen en Dios son estúpidos, y entonces, pones en tu trama a otro ateo como tú que expone sus argumentos a un creyente ficticio, y el ateo ficticio (tu álter ego, aunque no te des cuenta) lo «humilla» con su razonamiento. ¿Qué razones de peso habría para poner algo así? Probablemente, ninguna. Las ganas de mostrarle a otros tu superioridad sobran en un libro.

Ahora bien, los casos explícitos suelen darse más en textos no literarios, donde un escritor, para explicarse, no deja de dar ejemplos básicos y simples con la excusa de «solo así me vas a entender, cerdo». Como referencia, Sexo en alma y cuerpo es un libro malísimo que hace esto en cada página.

Otra manifestación de este mal, aunque menos común, espero, sería romper la cuarta pared en una narración para explicar el significado de una palabra «culta»:

Ella vio una figura vetusta (vieja para los que no entienden).

Sean humildes en todo momento y sean conscientes de que no son genios caídos del cielo.

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