cinco

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Temo en cualquier otro momento se hubiera abalanzado sobre Aristóteles cuando este llego a su hogar, sin embargo, hoy no.

El pelinegro estaba recargado del marco de la puerta, fuera del departamento del castañito mientras este último solo asomaba tímidamente la cabecita, sin intenciones de hablar o abrir más la puerta, Aristóteles intentó muchas veces entrar cuidadosamente para no lastimar al menor, fue en la quinta cuando lo logró e inmediatamente buscó llevarlos a ambos a la habitación, pero Temo seguía poniendo resistencia, lo único que salía de su boca eran sonidos a modo de objeción, pero no hablaba.

─ Temo, por favor, colabora conmigo ─ habló el más alto mientras seguía jalando su brazo.

─ ...

─ Temo... tengo que hablar contigo.

─ ...

─ Necesito que me escuches, por favor. ─ Al fin el castañito dejó de jalarse hacia el lado contrario y cedió ante el agarre del mayor, este no lo esperaba, así que no dejó de ejercer fuerza y ambos terminaron cayendo, Temo sobre Aristóteles. El pelinegro tomó por acto reflejo la cintura del de ojos miel, en un intento de evitar que este se lastimara. Temo estaba nervioso pues había notado la intensa mirada de Aristóteles hacia sus labios. ─ Yo... voy a... 

─ ¡No! ─ gritó temo levantándose y tapándose la boca después. Corrió a su habitación siendo seguido por un confundido Aristóteles.

Cuando ambos entraron, Aristóteles cerró la puerta y paso el seguro.

─ Temo, mi padre... él... ─ No pudo terminar de hablar porque vió a Temo salir corriendo hacia el baño ─ ¿Por qué...? ─ Calló cuando vió al castañito cepillar sus dientes casi con desesperación, sonrió por lo tierna que era la imagen frente a él. ─ ¿Así que no habías lavado tus dientes? ─ Preguntó burlón, mientras se acercaba, Temo ya estaba enjuagándose la boca. 

El menor estaba tan sonrojado, porque Aristóteles había ido a verlo a casa, y aunque estuviera terriblemente enojado con él seguía con la intención de verse presentable y precisamente en ese momento acababa de despertarse y su aliento era de todo menos agradable.

─ Te ves tierno ─ habló Aristóteles tomando un mechón de cabello castaño entre sus dedos, y con la otra mano acariciaba suavemente las mejillas sonrojadas, acercándose cada vez más, sus labios estaban casi por tocarse.

─ No te voy a besar... ─ Suspiró el castaño tomando la mano de Aristóteles que estaba en su mejilla y bajándola entrelazada con la suya ─ Por tres razones... ─ Dijo levantando la mirada.

─ ¿Cuáles?

─ Uno, estamos en mi baño. ─ Aristóteles rió ─ dos, besaste una chica hace unas horas y no deseo compartir fluidos salivales ─ Suspiró ─ tres... 

─ ¿Sí?

─ Mañana dirás que fue un error. ─ En ese momento se separó y salió del baño. Esperó a escuchar los pasos de Aristóteles tras él para continuar hablando ─ No quiero ser el culpable de que te sientas mal contigo mismo, si piensas que tengo una enfermedad... solo aléjate de mí. Yo te juro que no te odio, porque a pesar de que me haz lastimado también me has regalado preciosos momentos y quiero recordarlos así antes de que termines de romperme.

─ Temo, yo...

─ Lávate la boca y te daré un último beso... Nos merecemos una despedida para lo que sea que hayamos tenido, Ari.

─ Y-yo, ya no pienso que estás enfermo... ─ Temo rió.

─ No pudiste cambiar de opinión tan rápido.

─ Es que yo ya sabía que no estabas enfermo.

─ ¿Qué?

─ Todas estas veces he intentado decirme a mí mismo a través de ti... que esto está mal, porque me educaron así, pero ahora me doy cuenta de que realmente no importa a quien le parezca raro, porque yo quiero hacerlo... ─ suspiró ─ la persona que más admiraba ha pecado, por lujuria y placer... y si yo estoy pecando, estoy feliz de que sea por amor... Te amo, Temo.

─ P-pero

─ Siempre he tenido guardadas esas palabras para ti. ─ se acercó más al sonrojado castañito buscando robarle un beso.

─ Ya te dije que no pienso besarte si no te has lavado... ─ relamió sus labios. ─ Por favor ve a hacerlo.

─ ¿Tienes cepillos nuevos extras? 

─ En mi tercer cajón.

─ ¿Qué es esto?

─ ¡Por dios era el cuarto cajón! ¡deja eso ahí!

─ Yo digo que deberías ponértelo.

─ ¡Aristóteles, ve a lavarte la boca!

─ Lo que digas gatito.

Y Temo cerró los ojos frustrado y con las mejillas pintadas de un intenso color rojo.








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Okay, esto fué muy fluff, ajsjskaksk, tenía ganas de escribirlos así.
OJO: eso no quiere decir que todo está arreglado aún faltan 1-2 capítulos para culminarla, ahí explicaré más cositas, mientras disfruten esto, porque casi nunca escribo fluff ❤️

Do not love me ; AristemoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora