Prólogo

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26 de Septiembre de 1998.

 En una noche de otoño, los aires arrasaban con las hojas de los árboles, haciéndolas dar giros de trescientos sesenta grados. Cinco aves volaban hacia el sur, dando aleteadas con sus largas y grandes alas. Las podía observar elevándose desde el suelo, hasta lo alto, en los aires, en el cielo. A veces quisiera ser como ellas. Van de un lado a otro cuando quieren, se alejan de lo que las detiene y vuelan siempre para delante, como si dejaran todo atrás sin importar lo que fuese. Pero no puedo ser una de ellas.

Mientras las observaba guiñé un ojo, e inmediatamente las cinco aves cayeron hacia el suelo, dando giros, justo como un avión al desplomarse. Todas ellas cayeron muertas.

Me acerqué hacia ellas lentamente, sintiendo la humedad del césped bajo mis pies descalzos. Dos de ellas parecían seguir con algo de vida, puesto que movían sus alas lentamente. Ambas temblaban, como si fuera una persona que padeciere Parkinson. Las miré nuevamente y pude notar que tanto las aves, como los humanos, no son diferentes. Los humanos también se dirigen a lugares donde parece no tener límites, se alejan de lo que los detiene, como de las personas con las que tienen un lazo unido, difícil de desprender. Solo algunos de los humanos son algo muy parecido a las aves, porque vuelan para adelante y no miran hacia atrás, ya que no les importa el regreso.

Guiñé nuevamente y las aves dejaron de temblar. Se habían ido con las demás, donde su cuerpo no es necesario.

Fue entonces cuando me alejé de ese lugar. Pero algo llamó mi atención. Era el sonido seseante del aleteo de las aves, pero no eran las mismas aves, sino pequeños pájaros negros, similares a los cuervos.

Las cinco aves negras se postraron sobre mi regazo, recibiéndome como una amiga, como lo hacen también los humanos cuando mueren. En eso sí que no son distintos los humanos a las aves, ni a las plantas, u otros animales, a todo ser vivo en este planeta. Porque al morir cada uno de ellos, así es como me reciben, como a una amiga que los acompañara eternamente. Es así como funciona todo esto. Tal vez, podría decirse que así es como funciona mi trabajo, mi empleo. 

Saqué un pergamino de mi bolsillo, era aquél el que me indicaba cual sería mi nuevo amigo, quien pasaría la eternidad con su nueva amiga. Yo.

Leí el nombre de uno de mis tantos nuevos compañeros de vida: Robert Keller. Éste, se encontraba tumbado en una camilla de hospital, a punto de sufrir un paro cardiaco, a punto de partir. Inmediatamente me dirigí hacia allí por él. 

Me encontraba frente al hospital. Un hospital un tanto normal.

Entré pasando las habitaciones, una por una. Los blancos muros de madera parecían ser aire al pasar frente a mí, ya que podía atravesarlos.

Habitación por habitación, en cada una de ellas se escuchaba silencio, en otros algunos lloriqueos y en algunas, pacientes que no tenían quien llorara o guardara silencio por ellos.

Pasé y pasé hasta que di con la habitación de Robert Keller. Estaba algo llena de personas, seguramente, su familia y amigos. Varios de ellos estaban llorando, pero no cerca de Robert, sino sentados y lejos de él. Solamente había un joven de unos trece años de edad sentado sobre el borde de la cama, llorando. Sujetaba la mano de Robert, el cual yacía en la cama, esperándome.

Él era un anciano de edad muy madura. Tenía ojos color azul, como el cielo en verano; su escaso cabello era un montoncito de canas y la piel de su cara estaba caída y llena de arrugas. El joven tenía los mismos ojos azules de Robert, de hecho, de ser más joven, Robert y el muchacho serían idénticos.

Por un momento pareció haberme visto, o tal vez, sentido mi presencia. Su cara formó una expresión de sorpresa, quizá con algo de miedo. Entonces, inmediatamente Robert sacó algo de una pequeña bolsa café  que tenía a su costado derecho y se lo tendió al joven en ambas manos. Parecía un objeto forrado con papel marrón, cuya forma era un rectángulo, algo grueso, como una especie de pequeña caja. Aunque, podría ser cualquier cosa.

Cuando La Muerte Decide EsperarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora