AVISO: Esta historia la escribí en 2010. Desde entonces he mejorado bastante. No la leáis como si fuera para nada similar a mi forma de escribir ahora!
El ambiente era tenso, muy, muy tenso, Ninque estaba mal hasta con su hermana menor, la pequeña Danielle. Ya no sabía dónde esconderse, si se ponía a tejer, sus hermanos mayores le pegaban por ser un "mariquita", si jugaba a la pelota, le pegaban de todas formas por jugar mal, y si intentaba hablar con alguien, no duraba mucho, ya que él hablaba de cosas que a nadie le gustaba hablar.
Así que Ninque optó por, simplemente, agarrar la mecedora que había a la entrada de la casa, y sentarse en ella, a mirar el paisaje. Era un día un poco nublado, pero no se estaba nada mal, el tiempo era templado. De repente, un balón llegó disparado como una bala y chocó justamente contra su cara, que estaba despistada y abstraída en sus pensamientos, como de costumbre.
Su nariz sangró un poco y se echó las manos a la cara, con los ojos llorosos, impactado por el golpe del balón.
-¡¡Eh!! ¡¡Feo!! ¡¡Tíranos el balón hacia aquí, so lerdo!!- Dijo uno de sus hermanos mayores.
Ninque se levantó de la mecedora, aún limpiando sangre que brotaba de su nariz, agarró la pelota con una mano y la lanzó con una fuerza pésima hacia donde estaban sus hermanos.
-¡Flojo!...¡Marica!...¡Patoso!- Gritaban algunos de ellos.
En un momento, su madre salió y vio la situación, miró a Ninque con desaprobación, dio un resoplido y volvió a meterse en su casa, mientras murmuraba "qué voy a hacer yo con este inútil..." pensándose que Ninque ya no le escuchaba, pero lo hizo perfectamente. Aunque su corazón ya estaba a prueba de balas, acostumbrado a este tipo de comentarios y desprecios.
Ya estaba oscureciendo, y faltaría poco tiempo para que la noche reinara en los campos. Al rato, Ninque decidió ir a darse un paseo, pues los tiros estaban volviendo a llegar demasiado cerca de él, y no deseaba comerse otro golpe más. Bajando las escaleras, tranquila y apaciblemente, un enorme estruendo sonó al lado de él. Al virarse, vio perfectamente cómo uno de los cristales de la casa estaban rotos. Los chillidos de su padre enfurecido no eran pequeños, y pensó que en cualquier momento podría tirar la casa abajo como siguiera gritando. Así que, del miedo que tenía encima, se alejó marcha atrás de la casa, mirando hacia todos lados, buscando un lugar en el que esconderse con la mirada.
Su padre salió, medio borracho, babado y con la barba desaliñada, por no hablar del enorme palo que tenía entre las manos.
-¿¡¿¡QUÉ COÑO HABÉIS HECHO SUBNORMALES!?!?- Dijo mientras le daba un golpe a la mecedora, tirándola al suelo.
En ese preciso instante, todos los hermanos, que habían sido los culpables del tal desastre, señalaron a Ninque. Poco fue el tiempo que tardó de nuevo su padre en quejarse de lo malo que era su hijo, y con un olor a Whisky que tumbaba, empezó a perseguirlo con un palo de madera por todo el campo, ante la risa absoluta de sus hermanos, y su madre gritando desde su casa que dejara al chico y que no le pegara.
Pero su padre no atendía a razones, iba a pegarle, y cuanto más se resistiera, más le pegaría.
Apenas sin darse cuenta, ya se habían alejado bastante de la casa y entre los pequeños montículos de paja, ya se había perdido de vista la casa, tan sólo se escuchaban gritos lejanos.
Su padre lo agarró de la camisa, y le tiró al suelo de un simple movimiento.
Ninque puso manos y pies para defenderse, pero esto fue aún peor, su padre empezó a propinarle golpes en todos lados con el palo, en la cara, en el estómago, en las piernas... No había un golpe del que se escapara, e incluso, uno de ellos, le dio en la mandíbula y le hizo perder una muela, y otro golpe, le produjo la pérdida de uno de los colmillos inferiores.
Y justo cuando se pensó que lo iba a matar a golpes, una pierna impactó de lleno contra la cara de su padre, la que le hizo tambalearse hacia los lados, ya que había sido justo en la oreja. Con las fuerzas que le quedaban, vio que era el único amigo que tenía, Saagi, él tenía 3 años más que él, es decir, 15, y siempre había sido un chico conflictivo, Ninque había sido el punto delicado que le faltaba, y él siempre había sido el punto fuerte que le faltaba.
Su padre intentó atacar a Saagi con el palo, pero él continuó el movimiento del palo con ambas manos, retirándose hacia un lado, y lo viró rápidamente, dándole un golpe a su padre en la cara, después le dio un golpe en las rodillas y lo dejó en el suelo, dándole otra patada para asegurarse de que se quedaría quieto. Fue corriendo hacia Ninque y le dio la mano.
-Vámonos Ninque, ¡corre, corre!- Le dijo efusivamente mientras le ayudaba a correr de la mano, mirando atrás para ver si su padre se levantaba.
Para cuando el padre de Ninque levantó, estaban lo suficientemente lejos para que sólo tuviera ganas de lanzarles el palo, y que ellos pudieran correr, correr sin parar, sin pausas, sin buena vida, sin nada que les pudiera hacer feliz.
Sólo se tenían el uno al otro.

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Las Crónicas de Ninque
AventuraAVISO: Esta historia la escribí en 2010. Desde entonces he mejorado bastante. No la leáis como si fuera para nada similar a mi forma de escribir ahora! Un niño salido de una familia horrible tendrá un fuerte cambio en su vida. Después de sufrir seve...