CAPÍTULO 12

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Roger estaba sentado en su sofá viendo la televisión cuando alguien llamó a su puerta. Eran las  nueve de la noche. Pensó que se trataría de Muriel, pues ella era la única persona que conocía que antes de llamar al timbre, tocaba la puerta. Roger abrió.

-¡Roger! - Linda entró como un torbellino y llorando, lo abrazó muy fuerte.

- ¿Mi vida, qué ocurre? Acarició suavemente el cabello de la joven mientras esta se abrazaba a él. Sus lágrimas mojaban su camisa, pero a él no le importaba. Permanecieron un rato así, hasta que ella se separó.

-¿Puedo ir al baño? - La infantilidad de su tono hizo que a Roger le temblara el corazón.

-Sí guapísima.

Linda salió disparada. Roger cayó entonces en la cuenta de que estaba dejando sola a una persona deprimida. Corriendo, se acercó a la puerta del aseo.

-¿Linda?

-¿Umm?

-¿Estás bien corazón?

-No... -Esa negativa ahogada le dolió a Roger en el fondo de su alma.

- Ven, ven conmigo por favor. - Roger tenía la frente apoyada en la puerta. Su rostro reflejaba tristeza.

Linda salió y volvió a abrazarlo. Él ,sin soltarse, fue caminando hacia el sofá y la sentó ahí. Linda lo abrazó más fuerte y se le sentó encima, escondiendo la cabeza en su hombro. Roger le acarició la cara. Linda poco a poco dejó de llorar. Cuando miró finalmente a Roger, no tenía ni una sola lágrima. Roger la acarició dulcemente.

-Supongo que quieres que hable. - dijo ella con un tono seco y apagado.

- Cuando tú puedas.

- Creo que lo haré ya.

La última flor de primaveraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora