3. Un nuevo destino

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La vida de Gray había sido siempre, a grandes rasgos, una vida tranquila de campo, relajada, sin prisas. Todo cambió el día en el que dos potencias totalmente opuestas dispararon a quemarropa de la paz, que en ese entonces reinaba. La guerra estalló a causa de la prepotencia de ambos países, egoístas y nefastos en todos los sentidos. Los dos bandos, Egreal, reino en el cual habitaba Gray y su familia y Lastinor, el reino provocarte de la guerra, decidieron tomar armas un frio y gris día de invierno.

Ambos lados tenían reyes ambiciosos, pues siempre estaban compitiendo para demostrar que cada cual poseía más poder y orden que el otro, lo cual ocasionó la destrucción para ambos países, en los cuales se implicaron los inocentes habitantes que en ellos vivían.

El reino de Lastinor persuadió con burlas y mensajes a sus habitantes, propaganda barata y burda acerca de Egreal y su reino, lo cual pilló de improvisto a los habitantes, que no sabían nada de las maquinaciones de su rey, haciendo que estos quedaran estupefactos ante la situación. Dejó una semana de margen, para ver como reaccionaban sus súbditos, pero todo quedó entre risas sarcásticas y comentarios como: "¿A que viene esta idiotez? ¿No es este Lufus, rey de Egreal?..." o bien "Vaya propaganda mas estúpida, el rey podría preocuparse más en dar de comer en callejones que no malgastar papel para sus estúpidos caprichos de burla".

Cabía destacar que en la propaganda repartida por Sinter, rey de Lastinor, era una burla sobre el cuadro real donde estaba Lufus, rey de Egreal, montado sobre su corcel blanco y negro, altivo, el rey estaba vestido con ropas reales y con expresión de superioridad. En la propaganda repartida Lufus estaba montado sobre un asno raquítico y vestía como un esclavo, mostrando un rostro mugriento y desganado, algo que al parecer, a Sinter le hizo mucha gracia en su momento.

La gente de Lastinor mas que burlarse se molestó e hizo caso omiso a la burlesca propaganda, lo que no contaba Sinter era que algunos comerciantes negociaban directamente con Egreal, algo totalmente normal, ya que eran reino situados a apenas media hora de trayecto. Algunos mercaderes cogieron de esta propaganda, aún habiendo el rey Santer prohibido a toda costa la exportación de esta fuera de las murallas, pues sabía bien lo que ocurriría si su enemigo se enterara de tal mezquina propaganda. Aún así algunos comerciantes de Egreal lograron esconder los folletos entre la fruta y la verdura y partieron rumbo a su hogar, con el miedo en sus cuerpos, pero la seguridad de las murallas de Lastinor se había reforzado mucho más y los guardias en las puertas se multiplicaron en numero, haciendo así muchas más inspecciones y requerimiento de alimentos y objetos personales de forma injusta, toda prevención era poca. Muchos de ellos, que fueron pillados escondiendo los folletos fueron llevados, tal como los sacaban del carro, a callejones acompañados de varios guardias...pero nadie los volvía a ver, incluyendo ancianos, madres y niños, algo que a quienes presenciaban desde algún rincón las atrocidades que les hacían deseaban escapar de Lastinor y perdían todo apice de patriotismo.

El padre de Gray comerciaba con los gremios herreros de Lastinor, y su aclamada fama, gracias a sus asombrosos trabajos, sus apaños y tejemanejes habían llevado su renombre hasta uno de los mas altos y prestigiosos gremios, donde la exactitud y la perfección debían ser como el propio respirar.

Tal fue su fama que cayó bajo su responsabilidad el deber de crear las armas reales para Sinter, armas dignas de ser empuñadas por un gobernador. Este aceptó el contrato pero con la única condición de que se le pagara honradamente, nada de pagas excesivas repletas de abalorios, joyas y esa clase de manjares brillantes de la alta y detestada sociedad, ya que él siempre había pertenecido a una familia humilde y así seguiría mientras su corazón latiera. El rey, como no, rió descaradamente y firmó el pacto con él, Sinter le dio unos cinco días de tiempo y él asintió, dio media vuelta y se marchó del castillo suspirando, sabía que no lo hacía por el rey, sino por los muchos amigos que había conseguido de gremio en gremio, de ayuda en ayuda.

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