1. Resurrección

114 11 7
                                    

No creo que me lleve mucho tiempo más volver a casa, llevo tres dias andando, tengo la boca seca y me cuesta respirar, si muero aquí, al menos serviré de alimento para carroñeros.

Esta guerra ha sido devastadora.

Somos presas fáciles en el campo de batalla, tan solo tendieron las trampas y nosotros caímos como moscas. Es irónico como la gente de arriba habla y habla y nosotros nos disparamos; pero al fin todo terminó, la guerra ya se ha cobrado bastantes vidas, fuego y balas.

Es hora de volver a casa, ese es mi regalo por seguir vivo.

Pasaron segundos que parecían horas y días que parecían siglos en aquellas trincheras, no podíamos bajar la guardia, parpadear era la diferencia entre vivir o morir. La diferencia entre el infierno y aquel lugar eran los grados, porque de gritos desgarradores, sangre, miedo y demonios estábamos servidos.

No se porque sigo torturándome con esto, ya se acabó, sigo vivo, y no se si lo merezco.

Oigo algo no muy lejos de mí, se acerca por la espalda, parece un motor, pero no pienso girar la cabeza, no quiero ver la destrucción que me han obligado a sembrar.

-¡Eeeeh, aquí! ¡Detente ahí, chico!- Una voz nueva me habla, no son gritos, ni llantos, es una voz calida...

Poco a poco se acerca, el sonido aumenta...espero que sea amigable, o al menos que tenga piedad.

-Eh chico, te encuen...- su habla se ha parado de repente, es un hombre de avanzada edad, mi borrosa vista aún me permite vislumbrar su vehículo, es una motocicleta al parecer hecha por el mismo, nunca había visto ese modelo, y ha juzgar por las piezas las ha recogido de la chatarra. Él desprende seguridad, es un hombre holgado, su barba gris y blanca es espesa y en sus ojos se refleja valor y orgullo, aunque miedo y desesperación también, en estos tiempos quien carezca de estas dos ultimas

sensaciones es porque vive fuera de este planeta. Me agrada su chaqueta de cuero marrón, me recuerda a la mia, cuando el cielo era azul y no rojo, cuando llovía agua y no cenizas.

-Chico...estás muy mal herido...eres de la Unidad 3, ¿Verdad?- me pregunta con los ojos fijo en los mios.

-Si...yo...- intento decir, pero tan solo sale de mí un débil susurro.

-¿Como te llamas, muchacho?- pregunta el hombre, tendiéndome su mano.

-Gray...- consigo murmurar antes de perder el conocimiento.

No se el tiempo que pasó, ni los días, tan solo notaba un cálido aroma a pan y vino, el mismo que se hace y se cultiva en Elvian, que recuerdos...

-Gray, despierta, no puedes permanecer muerto toda la vida- dice una voz entre carcajadas, una voz familiar, fue la ultima voz que oí antes de perder todo conocimiento.

-Agh...¿Donde...donde estoy?- digo sacando fuerzas de mi interior.

-Estás en mi casa, y menos mal que te encontré, chico, estabas pálido y lleno de heridas-

-Porque me has...- murmuro mientras me levanto, acto seguido caigo de bruces en la mullida cama, mis ojos están en blanco y mis oídos  se han ensordado a causa del dolor.

-Ah ,Ah, chico no hagas eso, aún estás muy débil, necesitas mucho reposo y cuidados todavía-

-Pero...yo no puedo quedarme aquí, debo regresar a casa- digo con el corazón cansado pero palpitante.

-Gray...hazme caso, por favor, necesitas sanar esas heridas, la guerra a sido dura, mas que eso, inhumana- prosigue diciendo el hombre.

-Cualquier guerra es inhumana, viejo- digo suspirando- un momento...¿como sabes mi nombre?- pregunto extrañado.

En Tierra MojadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora