DE SIMÓN BOLÍVAR A MANUELITA SÁENZ

263 6 0
                                    

En julio de 1822, el libertador entra triunfante a Quito y conoce a una joven de extraordinaria belleza y  carácter indomable. Allí comienza una historia de amor apasionante e intensa como pocas.

(1823)

Mi encantadora Manuela:

Tu carta del 12 de septiembre me ha encantado. Yo también me ocupo de esta ardiente fiebre que nos devora como a dos niños. Yo, viejo, sufro el mal que ya debía haber olvidado. tú sola me tienes en este estado. Tú me pides que te diga que no quiero a nadie. ¡Oh, no! A nadie amo; a nadie amaré. El altar que tú habitas no será profanado por otro ídolo no otra imagen, aunque fuera la de Dios mismo. Tú me has echo idólatra de la humanidad hermosa de Manuela. Créeme: te amo y te amaré sola y no más. ¡No te mates! vive para mí y para ti, vive para que consueles a los infelices y a tu amante, que suspira por verte. Estoy tan cansado del viaje y de todas las quejas de tu tierra que no tengo tiempo ni de escribirte con letras chiquiticas y cartas grandotas como tú quieres. Pero en recompensa, si no rezo, estoy todo el día y la noche entera haciendo meditaciones enteras sobre tu gracia y sobre todo lo que te amo, sobre mi vuelta y lo que harás y lo que haré cuando nos veamos otra vez. No puedo más con la mano. No sé escribir.

Cartas de amor y desamorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora