EL CLUB DE LOS MÁRTIRES || myg & kth

CAPÍTULO 6

⚠️Advertencia: Este capítulo contendrá Lémon.

Sus cuerpos desnudos danzaban en la oscuridad de la habitación, y con ello, sus siluetas denotaban un acto pasional que sólo iba en aumento. Las trémulas luces de las farolas fuera del departamento dejaban entre ver ligeramente aquel acto, un acto del que sólo la luna era testigo, testigo de ese desenfrenado acto pasional.
TaeHyung se aferraba a la espalda del mayor con fuerza, literalmente extasiado por toda esa atención que tanto quería su cuerpo... pero no sólo era por eso, porque él quería esto. Era consensual a pesar de las circunstancias.

El aire les faltaba, y con respiraciones agitadas sólo se atrevían a disfrutar de ese momento... ese momento que por sí solo era perfecto y efímero.

Recostado sobre la cama, el menor era empujado entre las sábanas, cobijas y colchón, enterrándose en el mismo conforme el mayor aumentaba la velocidad de aquellas ruidosas embestidas, tan profundas que sentía el contacto de piel con piel.
El aroma del mayor en este cazo se hizo presente, denotando su condición como alfa y finalmente liberando ese instinto propio de ellos. Y por su parte, el mayor sólo podía dejarse llevar por ese tenue pero delicioso aroma dulzón que, por primera vez podía tener el placer de apreciar en el menor. Quizás por el acto en sí se había vuelto un poco más fuerte... pero eso le bastó para volverlo loco, de deleitarse y dejarse llevar por ese mar de sensaciones placenteras que sólo él le había despertado.

Curioso, porque a pesar de haber estado antes con mujeres omega, esta vez es distinto... más íntimo y sin poder dar crédito mucho más placentero...
Debe admitir que quizás es por los sentimientos de cajón que han estado formándose en su pecho en todo este tiempo por el chico.
Y es que... Kim TaeHyung le había conquistado, con todo y sus berrinches, con sus sonrisas estúpidas y esa manía por hacer caras graciosas. Todo en él era una caja de monerías, una que quería vaciar por completo, conocerle enteramente, hasta el más mínimo detalle.

Y sabe que hace mal en hacer esto, pero... a sido muy débil con él. ¿Poder resistirse a su trato, a él?

Ja... nadie podría jamás.

Porque estaba hechizado por él... por esa manera de cómo su cabello castaño, su piel ligeramente morena, sus largas pestañas y esos lunares... sólo hacían que su campo visual contrastara con lo blanco de las sábanas y almohadas. Y lo veía reaccionar a todo, en cómo tiraba de cuando en cuando su cabeza hacía atrás entre fuertes gemidos, dejando así; Descubriendo su cuello el cual no dudaba en besar, en llenar de besos y marcas que, en un pensamiento erróneo lo harían suyo... a pesar de que jamás lo sería. Pero quería engañarse a sí mismo, quería pensar que TaeHyung le pertenecía... que por lo menos por ahora lo sería.

No lo muerde, claro... porque su fin no es querer matarlo. Pero como esto se conforma, con poder dejar en su cuello pequeñas marcas rojas sobre su inmaculada piel.
Se extiende por sus hombros también, incluyendo su pecho y muslos cuando reafirma su agarre sobre el al alzar sus caderas y dejar a sus piernas reposar sobre sus hombros.
Y no se detiene, no cuando siente que todo esto a pesar de no ser correcto, disfruta inmensamente.

Porque TaeHyung era la manzana de la discordia... y él pecó enteramente al probar este fruto prohibido...

Curioso ¿no? el ser humano siempre busca romper las reglas, y el placer de tomar algo prohibido es quizás más atrayente para las personas... por muy riesgoso que fuera el tramo o el resultado.
Y TaeHyung ya lo tenía condenado... lo entendía ahora. Lo entendió tan pronto como observó su primera sonrisa, cuando ese tintineo en su mente le hizo saber que TaeHyung era especial por donde sea que lo viera...

TaeHyung lo necesitaba, y extrañamente su cuerpo no lo rechazaba... no rechazó aquel acto como solía ser con los omegas con marca, y por ende sólo puede limitarse a seguir complaciendo a ambos. Por momentos perdía el hilo de las cosas, sumido en el placer del acto, se perdía en la voz del menor la cual recurrentemente lo llamaba por su nombre, estremeciéndose con fuerza y pidiéndole más.