Félix y su locura interna.

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-Matías, sabes que en la escuela no puedes ocasionar una rebelión con los maestros-. Menciona mi padre que tomaba un trago a su vaso con jugo y lo dejaba en la mesa.

-Te salvas que no te expulsaron por haber hecho semejante cosa-. Mi madre había llegado con la comida en mano y repartió los platos a los presentes quienes eran mi padre, mi hermano y yo que estaba usando el celular mandando mensajes a mi mejor amiga Melany. -¡Félix!- Gritó mi madre y me arrebató el teléfono. -Sabes que no puedes comer mientras usas el celular. Recuerda que es falta de respeto-. Dejó el aparato sobre la mesa a mi lado mientras que su mirada decía lo tomas y te corto el pene. Yo trague saliva y asiento, tomando el tenedor que estaba a un costado e insertándolo en el plato para luego comer.

-Y bueno madre...- Comenta mi hermano. -Sabes que tienes un hijo que exige equidad y no voy a detener esta huelga hasta que tengan los alumnos lo que buscan-. Y dio una mordida a sus ravioles.

-Okay Matías, pero puedes hacer la huelga al finalizar la jornada en la escuela, no a mitades-. Y Matías negó con la cabeza.

-Tienes apenas dieciséis años como para ocasionar ese tipo de acciones-. Mencionaba mi padre. Luego de eso había cambiado de tema y dirigió su mirada a mí. -¿Cómo te fue en la universidad Félix?- Y yo elevo mi vista dejando mi tenedor en el plato viéndolo un tanto serio y fatigado.

-La profesora de historia universal me reprobó-. Y tomé mi vaso con jugo y bebo de este.

-¿Cómo? ¿Por qué?- Me mira con intriga y yo de inmediato respondo.

-La exposición de la guerra de los pasteles tal parece que no fue como lo explique yo y me pidió que si no hacía más a relatado de la historia, posiblemente me mande al segundo examen de regularización-. Y daba un bocado a mis ravioles mientras que siento un golpe en mi hombro de parte de mi hermano.

-Yo te puedo ayudar. Soy bueno en historia y te puedo dar tips de lo que sé acerca de ello. También tuve que ser una tipo exposición así. Permíteme ayudarte-. Y acepté.

Al cabo de la comida subí a mi cuarto y me senté en mi silla del escritorio, hoy tenía que hacer una tarea para mañana que eran de diez páginas. Estaba un poco con flojera por esa tarea que decidí en poner música de fondo para concentrarme en ella y hacerla sin molestias.

Mi escritorio daba a la calle y entonces pude oír unas voces familiares afuera que entonces me asome. Pude observar al chico que vivía en mi misma calle con sus amigos jugando con sus patinetas y haciendo trucos en ella en el centro de la calle. Sonreí de lado, ver a ese chico era un hobbie preferido mío. Él iba en mi universidad pero nunca nos dirigimos la mirada.

Ambos vamos en el mismo salón de Literatura Contemporánea, pero nunca nos hemos hablado. Solamente una vez que me pidió la silla que estaba enfrente mío y la jaló, pero de ahí no hubo más conversación.

Mis padres no saben de este pequeño enamoramiento que tengo con él. Saben que soy bisexual, pero no saben que ese chico era mi tipo amor incorrespondido.

Suspire hondo, mis ojos no dejaban de observar su rostro y aquella sonrisa que tenía que hacía sentirme más lleno que nada. Quisiera estar ahí, a su lado y poder abrazarlo. Él no era como un chico cliché que es buscado por las chicas de la escuela, si no que él es como yo, un estudiante más que no busca atención y que hace como todo un chico normal haría. No es popular, no es líder de algún equipo deportivo escolar. Simplemente es un chico que es bromista y sarcástico. Es ese que da la energía positiva del salón con sus comentarios tan fuera de sí. Solo es una persona normal con amigos normales y una familia normal.

Mis padres se llevan muy bien con los suyos, pero yo nunca los he acompañado cuando mis padres van con los suyos a conversar. Siempre que iban ponía excusas, mientras que mi hermano iba con ellos.

-Eres tan lindo-. Dije con suspiros, pero él había escuchado que subió su vista a mi ventana, sintiendo un suave rubor y logrando así que retrocediera y chocase contra la orilla de la cama y la silla, haciendo que callese de lado y estuviese en el suelo. -Carajo-. Dije con quejidos y escuchaba una risa en mi puerta que hizo que mirase y viera a mi hermano parado con una manzana en mano.

-Te viste muy idiota-. Y negó con la cabeza y siguió su camino para dirigirse a su cuarto.

Entonces me levanté del suelo y recogía la silla para luego ponerla en donde estaba y yo sentarme en ella. Miré entonces un poco a la ventana y él no estaba más. Me puse nervioso que pasé las palmas de mis manos por mis mejillas y cubría mi rostro con pena a lo que sucedió.

¿Será que lo escuchó?

Y puse mi rostro sobre la mesa y me daba unos leves golpes por la vergüenza que pasé.

Punto y aparte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora