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Observo su magullado rostro a través del espejo.
El ligero color purpura con manchas verdes que adornaban el pómulo izquierdo y gran parte de la cuenca derecha.
Sus labios, tenían tiras rojas de diferentes tonos llegando hasta el color negro.
Su cabello estaba desalineado, sus ojos estaban rojizos e hinchados.
Su apariencia era un desastre, al igual que su vida. Pero tenia que ocultarlo
Hanami recogió el pelo en un moño. Tomo la cosmetiquera de su madre, tapo los moretones con base( difuminándola lo mejor que podía para disimularlo) y finalmente tomo un labial y pinto las grietas que decoraban sus labios asegurándose que lucieran lo mas natural posible.
Las heridas superficiales habían desaparecido con un poco de maquillaje pero las de su corazón no, ocultarlas seria de poca ayuda si estas continuaban ahí. Tal vez no podría hacerlas desaparecer pero podía fingir que estas no estaban
Como estaba acostumbrada a hacerlo
Guardo el maquillaje y coloco la bolsa en su lugar.
Se puso una cachucha color negro y de nueva cuenta se vio al espejo, sonrió de manera exagerada y abrió la puerta del baño para posteriormente salir de la habitación.
-¡Siempre tardas mucho!-
-Perdón Sarada-
La pelinegra sonrió perezosamente hacia su hermana y entro al aseo.
Hanami camino con una alegría fingida hacia la cocina, y tomo una de las tantas manzanas que habían en el frutero, volteo hacia la mesa y vio un Bentō, posiblemente de su madre, que al salir apresuradamente lo había olvidado ahí, sonrió de lado y lo tomo entre sus manos para después salir del cuarto.
Fue a la sala y tomo su bolso;guardo el Bentō.
Escucho el timbre, por lo que se dirigió al umbral y abrió la puerta principal.
Sonrió.
-Hola Chouchou-
La morena hizo un gesto de ofrecer papas fritas, Hanami negó
-¿Hanami, esta Sarada?- Pregunto amablemente llevándose una papa a la boca.
-Esta en el baño, ¿Podrías decirle que ya me fui?, a mamá se le quedo su Bentō y quiero ir a dejárselo-
-Claro- La pelirosa se hizo a un lado y dejo que la chica pasara.
-Si me busca, dile que estaré entrenando en el bosque-
Se despidió con una sonrisa y salio de casa.
Tan pronto pus un pie fuera de su hogar la sonrisa fue despareciendo poco a poco, dejando un rostro inexpresivo en su lugar.
Camino con la mirada baja por las calles de la aldea, escuchando los indiscretos murmuros de la gente. No se molesto en intentar contradecirlos, ya que, al final no dejarían de hablar de ella.
Miro desde la lejanía el edificio en el que trabajaba su madre, entro a este y se detuvo en recepción. Pregunto por su madre pero la enfermera que la estaba atendiendo le negó rápidamente la entrada.
Sonrió amablemente y pidió una pluma, pero de nueva cuenta la respuesta fue negativa.
Abrió su bolso y saco un bolígrafo ademas de una de sus tantas libretas para después arrancar un hoja y escribir en ella.
La coloco encima del Bentō y se lo entrego amablemente a la recepcionista quien lo tomo bruscamente.
Hanami sonrío de nueva cuenta y salio del hospital.
Volvió a caminar por la aldea, evitando los lugares concurridos, ¡Oh! pro que mala decisión había tomado
Comenzaron a seguirla, Hanami corrió hacia el bosque intentando escapar, creyó haberlo logrado, hasta que sintió esas terribles punzadas que el Senbon había causado al atravesar su piel.
Cayo, al no sentir sus piernas responder, se arrastro rogando por compasion, pero solo recibio las burlas por parte de ellos.
Lloro desesperadamente cuado le quitaron la capucha y comenzaron a tirar de su pelo.
Grito de dolor al recibir las primeras patadas en su abdomen.
Grito y grito, hasta que su voz no pudo salir mas.
Y cuando Finalmente la dejaron tirada en el cesped, cual juguete usado volvio a llorar.
Las suaves caricias que el césped proporcionaba a su piel, la relajaba.
El canto de loa aves le hacia olvidar sus problemas.
La cálida bisa que corría por los campos le hacían sentir viva.
Hanami detestaba esa sensación, odiaba estar viva, sin embargo era una cobarde, no se atrevía a quitarse la vida.
¡Pobre chica!, tendría que seguir aguantando los maltratos que desde hace mucho tiempo atrás había comenzado a recibir...
Si tan solo tuviera el coraje suficiente
¡Pobre flor!, ¿ Qué tantas cosas tendrías que soportar hasta marchitarte?
