Fragmentos - Falda rebelde

De flores que se marchitan y se apagan.

Ella siempre fue una mujer empoderada, independiente y capaz. Desde muy joven la gente la señalaba y decía: "Estoy seguro de que esa chica va a llegar lejos" y comentarios de ese estilo. Tenía una belleza de esas que no se miden en tallas y que ni siquiera se asemeja a los envases cotidianos que estamos tan acostumbrados a consumir, era linda por su sonrisa, por esa alegría y seguridad que transmitía y traía siempre consigo. Desde muy chica acarreó prejuicios y malas compañías, sin embargo la luz que la identificaba aún estaba presente, intentando no apagarse por más fuertes que los vientos soplaran.

Con el paso de los años, huracanes, tifones y ventarrones, esa luz estuvo intacta. Se mantuvo siempre brillante. Se la veía siempre con algún plan o meta por alcanzar. Aun así, todas las velas se apagan.

Creo que todas las personas tenemos una debilidad, un impedimento y un momento en el que nos hundimos a más no poder, y ella no era la excepción.

Llegó él, para cambiarla, para moldearla y para encerrarla en sí misma.

Ella no se dio cuenta en lo que se estaba metiendo hasta que ya no hubo vuelta atrás. Ya no había una soga para tirar y poder salvarla. Ya no había un salvoconducto, no tenía escapatoria.

Esta es una de esas historias llenas de golpes y maltratos, llena de amor pasional y dolor, llena de amor doloroso. Al menos esa es la versión oficial, el amor tóxico no es amor, es una especie de variante que los humanos se empeñan en crear y en creer.

Llegó a ser toxico hasta el punto en el que ya nadie la reconocía, ya nadie podía salvarla, sólo ella misma. Sin embargo se marchitó al igual que esas flores que prometes regar, cuidar y adorar. Pero hablamos de esas flores, de las que te olvidas en una esquina y dejas morir sin agua, sin sol, sin amor. Se marchitó igual que una triste flor. Ojalá hubiera un final feliz o uno triste con corazones rotos y vínculos deshechos, pero no hay final. Porque a él le gustan las flores secas y marchitas como adorno en su mesa, porque es sólo eso, otra flor que se seca y se marchita en el intento de amar enfermamente.