Ni si quiera de puntitas podía alcanzar aquella maldita cinta adhesiva ¿Por qué tenía que ser tan condenadamente baja?
—Déjame ayudarte—Escuchó tras de sí, a lo que volteó a ver, y se encontró a un muchacho muchísimo más alto que ella estirando el brazo y alcanzando la cinta que la más baja buscaba.
—... Gracias—Soltó ella, en voz baja, a lo que él rió un poco.
—Qué pequeña eres—Ella mostró una expresión ofendida, mientras se llevaba una mano al pecho.
—Cállate, titán.
—¿Cómo te llamas?
La menor miró a su contrario unos segundos, sus manos muy apegadas a su propio cuerpo. Él notó que ella tenía manos pequeñas y gorditas, como de un bebé. No pudo evitar sentir ternura ante aquel detalle.
—Me dicen Kat.
—¡Gusto conocerte, Kat! Yo me llamo Marco.
Ella sonrió, y bajó la mirada a sus pies.
Una forma peculiar, pero así comenzaba su amistad. La amistad de un titán colosal y una enana.