Noche 8 - Screams and Whispers

104 14 14
                                    

Corriendo sin ayuda por las callejuelas donde las últimas noches habían encontrado los cadáveres de las parejas. Chibiusa estaba siguiendo su corazón y como más caso le hacía, más sabía que Hotaru estaba sufriendo.

Habían aparecido dos muertos más la noche anterior y otra pareja había desaparecido. Chibiusa estuvo segura en todo momento que no era Hotaru una de ellas, porque el asesino siempre buscaba las parejas, y a ella aún no la había atrapado.

Aún.

Se guiaba por corazonadas con el único fin de encontrar a Hotaru. Y sabía que entonces le dejaría en bandeja un par de muertes más al asesino. Ellas dos mismas.

—¡Chibiusa! ¡¿Dónde te has metido?!

—Nunca la encontraré con vosotras —susurró para sí.

Había huido de sus protectoras una vez más, convencida de que el asesino sabía que ellas ya le buscaban. Huiría si las veía y se pasaría la vida buscando a Hotaru.

Entonces se paró en seco. Aterrada, se frotó con fuerza sus ojos. Era un muy mal sitio para quedarse quieta, pero es que no veía. No veía nada. Se había quedado ciega de golpe. Abrió los ojos, y todo era oscuro, ninguna luz. Notaba la magia a su alrededor, así que no era su culpa, pero tampoco sabía combatirlo.

Escuchó gritos desgarradores. Eran los gritos de personas siendo torturadas. Casi podía oír la sangre caer al suelo, y quien cayó fue ella. Temblando, aterrada, se abrazó a sí misma, sola en ese callejón, y esa debilidad fue como una puerta de entrada abierta de par en par para una cascada de imágenes aterradoras, fugaces, pero dolorosas como el hierro candente.

—¡¡Basta!! ¡¡Basta, fuera de aquí, por favor, basta!!

Sus gritos resonaron por todo el callejón, y Chibiusa no supo si había llamado la atención de alguien, pero consiguió lo que quería, que las imágenes parasen. Volvió a ver justo después de oír un susurro casi imperceptible.

—Lilu.

Una llamada de socorro, un debilitado aviso. Nunca antes Chibiusa había oído su nombre verdadero de esa forma, tan fantasmal, tan lejano. Siempre había sido como un foco brillante en la oscuridad, pero ahora apenas percibía un rayo débil entre la oscuridad.

—Hotaru...

Sabía dónde ir. Sabía dónde encontrarla. Era tan sencillo que no podía creer que a todos se les hubiera pasado por alto. Ella era la asesina, pero algo no le cuadraba. Pedía socorro. Hería a personas como ella misma.

Se levantó temblando y llorando, pero no dudó en seguir la nueva ruta que esas horribles imágenes le habían proporcionado. Su corazonada ahora tenía base. Y una imagen se le había quedado grabada: Hotaru degollando a una chica por pena, y los susurros de una pregunta que la había dejado helada.

Corrió por las callejuelas y saliendo de vez en cuando a la vista de todos, en alguna calle grande, y volviendo a meterse al centro, hasta que su corazón encontró una puerta abierta al fondo de unas escaleras. Allí tenía que ser.

—¡Chibiusa! —gritaron por detrás. La habían visto, pero aún estaban lejos.

Entró, y de inmediato todas las imágenes se hicieron realidad ante sus ojos. Había un hombre y una mujer atados a dos postes, sangrando mucho. Parecían muertos. Chibiusa tuvo un momento de arcadas, aún llorando, pero entonces vio a Hotaru que salía de entre las sombras.

—El sacrificio ha sido completado —oyó que decía.

Y como si no la hubiera visto, Hotaru se quedó congelada ante Chibiusa. Las dos se miraban con firmeza.

—Parece que al fin y al cabo tenía razón —dijo—. La niña de pelo rosa ha venido a por su chica.

Sólo tardó un instante en procesar.

—Tú no eres Hotaru.

—Sólo soy una sirvienta de Kali. —Y miró a un lado, como si la señalara.

Chibiusa miró. Tardó unos segundos en ver una silueta danzante, una sombra entre sombras, apenas visible para ella.

—Devuélveme a Hotaru.

—¿La quieres?

—La amo.

—Demuéstralo. —Y le tendió el bidente de la marinera de Saturno—. Sacrifícate o mátame, lo que desees. Decide.

La escena se paralizó durante un largo minuto. Las marineras, familia de Hotaru, aparecieron en la estancia, pero había algo raro. No podían pasar. Apenas se las escuchaba.

—¡¿Qué les has hecho?!

—Kali no está interesada en ellas, sino en ti. Cree que puedes ser lo que ha estado buscando. Un amor puro.

—¡Esto no es Romeo y Julieta! ¡Las parejas que se aman tienen que estar juntas!

—No todos pueden estar juntos. Tú no puedes estar con ella sin que exista yo.

Al fondo de la estancia, las marineras gritaban "no lo hagas" a Chibiusa. Ella las miró un instante, y se encaró a la otra personalidad de Hotaru. Hizo el ademán de coger el bidente, pero algo se detuvo entonces. La débil sombra de Kali se hizo más fuerte y dejó de danzar.

—Lilu.

Kali se sentó, volviendo a sus sombras, como si meditara, como si fuera algo inesperado y hubiera aplacado su sed de sangre.

—¿Hotaru?

—Lo siento, Lilu. No he podido... Yo... Nunca tendré el control de mí. Tienes que hacerlo.

—¡No puedo! ¡Te amo!

Hotaru se acercó, apartando su arma. Quiso acariciarle una mejilla, pero no llegó a tocarla. Tenía la mano manchada de sangre del crimen que acababa de cometer. Chibiusa no podía dejar de mirarla a los ojos, y sinceramente pensó que acabarían como Romeo y Julieta, ambas muertas. En lugar de eso, Hotaru le dio un beso dulce y calmado que a ambas les supo cómo una despedida.

—Yo también te amo. Seremos felices.

Fue un breve instante en el que Chibiusa creyó que ambas habían ganado esa batalla contra la sierva de Kali, cuando Hotaru usó su poder, el Muro del Silencio, y propulsó tanto a su amante como las demás marineras fuera de la estancia. Todas cayeron al suelo con estrépito, sin poder ver en la nueva oscuridad.

Hubo un instante de silencio, y entonces se escuchó el estruendo del metal rebotando en el suelo y un cuerpo que se desplomaba en las sombras.

—¡¡Hotaru!! ¡¡HOTARU!!

—¡¡No, Chibiusa, no entres!! —gritó Michiru, atrapándola antes de que se levantara del todo—. ¡No puedes verla!

Chibiusa pataleó, intentó zafarse, gritó una y otra vez el nombre de Hotaru esperando alguna respuesta, pero nada ocurría, nadie iba en su rescate. Fue necesario que Haruka también la agarrara para que al final, después de dos minutos, Chibiusa se rindiera en brazos de sus marineras y se limitara a llorar a quién nunca esperaría haber llorado.

El poder de un nombre [Sailor Moon - Hotaru x Chibiusa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora