Éxtasis

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Después de que Antonella abandonó su casa, Gabriel quedó solo.

Se removió por el apartamento buscando qué hacer lo que restaba de ese domingo; sus amigos probablemente estaban pasando la tarde con sus familias o durmiendo la siesta. Milena estaba fuera de la ciudad por un tema familiar y su hermano estaba como a dos horas de distancia. Y Renato tampoco estaba.

Gabriel estaba aceptando que, de a poco, se iba acostumbrando a estar con el chico. Se estaba acostumbrando a sentirlo, a sus comentarios boludos y a sus chamuyos; a que invadiera su espacio personal y lo mirara con esos ojos tan intensos, que tanto trasmitían. Estaba aceptando también que él había bajado la guardia, y que nada de esto le resultaba tan molesto como hace una semana atrás.
Se había dado cuenta de que el pibe era así; difícil de domar e imparable. Suelto, caprichoso, totalmente libre... perspicaz, provocador, insistente. Era un chico único, Gabriel nunca había conocido a alguien como él.

El resto del domingo se centró en extrañar, mucho. Así nomás.
Lo había asumido, aunque no dijera nada.

Se durmió tempranísimo para no pensar más; y, contra todo pronóstico, se acostó del lado izquierdo de la cama. Desde hacía ya un tiempito, el lado derecho pertenecía a Renato.

-

-Qué cara, hermano -sintió la familiar voz de Martín a su derecha, y giró la cabeza encontrándose con unos ojos cansados. Era lunes a las 8 y media, y parecía que su amigo había estado meta joda.

-Eso decítelo a vos mismo, careta -refutó Gabriel sonriendo, mientras hacía la mímica de tomarse un shot. -¿Finde movido? -preguntó. El chico apretó sus ojos.

-No te haces una idea -bufó. -Te digo más, me fui el viernes tipo once de la noche y todavía no llegué a mi casa -Gabriel abrió sus ojos.

-¿Eh? ¿Osea que estás amanecido? Estás loco -reprendió Gabriel. -¿Dónde te cambiaste, boludo? ¿Y el uniforme? -indagó. Estaba enfermo.

-El uniforme me lo llevé en la mochila por las dudas, viste como es... nunca se sabe. Me bañé hoy de mañana en la casa de un pibe que, de paso, se ofreció a traerme -dijo, y frunció el ceño. -No sé por qué hizo eso, ni cómo se llama... me lo debo haber garchado bien, amigo, sino no se explica tanta atención -culminó riendo, y Gabriel se unió a la risa. Era un caso.

Se recostó contra su silla y se masajeó la sien con sus pulgares. Había dormido muy poco anoche, como incómodo; se había despertado muchas veces y hasta había sentido frío.

Ya sabía que le había pasado, en realidad... o, mejor dicho, qué le había faltado en esa cama. Le molestaba que su ausencia de pronto fuera tan notoria, impidiendo hasta que duerma bien y descanse. Bufó.

-

-Amigo, te sonó tres veces el celular -advirtió Martín, quien lo miraba divertido mientras terminaban el almuerzo. Eran casi doce y media, sus últimos minutos del break y Gabriel estaba re perdido en sus pensamientos.

Tomó el celular, y la sonrisita que apareció en sus labios al leer el nombre del remitente del mensaje -y notar cómo se había agendado el mismo- fue muy estúpida, pero inevitable.

lindo♥
(12:24pm): hellooooo
(12:24pm) estás?

Gabriel
(12:26pm): Estoy.
(12:26pm): Lindo? Enserio?

lindo♥
(12:26pm): qué pasó? 😊

Gabriel se rio en voz alta. Pendejo de mierda.

Gabriel
(12:27pm): Jajaja
(12:27pm): Sos un atrevido agarrando mi celu sin permiso...
(12:27pm): Aparte te agendas con un adjetivo que claramente no te representa

día número treintaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora