Invasor

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El lunes es el último día que el grupo de amigos pasa en ese camping.

Pasadas las dos de la tarde los chicos se fueron despertando de a poco, quejándose del dolor de cabeza debido al (más que obvio) pedo que se habían agarrado la última noche en el lugar.

Agustín despertó a Gabriel con un grito voraz que se escuchó desde adentro de la carpa donde estaba durmiendo; quejándose con una voz demasiado alta de que tenía mucha hambre. Y sí. Eran como las dos y media, y su última comida había sido como a las 11 de la noche, antes de morir producto del alcohol.

"Si nos tenemos que morir de algo ahora en nuestra juventud, más vale que sea por la cirrosis" había reído Andrés, y eso era lo último que el grupo de amigos recordaba de la noche del domingo.

Gabriel intentó removerse en su lugar sin éxito.

Los rulos estaban pegados en su frente debido a la transpiración de la noche, y el aire era tan pesado que el chico sintió que, si no se movía, probablemente iba a morir.
Fue ahí cuando se dio cuenta de que estaba boca arriba, completamente vestido con un buzo manga larga que no sabía de dónde había sacado, y mucho menos cuándo se lo había puesto. Miró a su derecha y vio que tenía una chica que parecía una bolita de pelos rubia prendida a su brazo derecho, como si fuese una garrapata. Al mismo tiempo, Gastón la abrazaba de atrás haciéndole cucharita y los dos dormían tan profundamente que Gabriel bufó.

Es que sí, era maravilloso.
Había terminado siendo la tercera cuchara de la pareja al dormir.

Por más que intentara con todas sus fuerzas no ser un fracasado en todo ámbito, casi nunca le salía y terminaba en situaciones como esta.

-Stefi, eu, Stef -Gabriel intentaba llamar a la chica que parecía estar desmayada, pero que de todas formas no se soltaba de su brazo por nada del mundo. Rodó sus ojos cuando la chica afianzó su agarre y apretó sus ojos, resignada a revivir. -Stefi, dale, porfa... Stef, me estoy re meando -dijo ahora con un tono de voz más alto. -Les voy a mear arriba a los dos -amenazó, y enseguida vio como un ojo de Gastón se abría y asomaba su cabeza hacia Gabriel, la cual estaba perdida entre el pelo de la rubia.

-Sos un asco -afirmó Gastón, dormido. -¿Qué te pasa? -preguntó, y Gabriel señaló con su mano libre al brazo derecho totalmente enredado por Stefi. Gastón rió suavemente y besó el hombro de la chica, moviéndola con delicadeza para alejarla de Gabriel. Inmediatamente la rubia giró sobre su cuerpo y se prendió a Gastón, como escondiéndose de la luz del exterior en el cuello de su novio.

-Es un koala -rio Gastón y Gabriel sonrió ante la escena. Antes de salir les sacó una foto con el celular de la rubia, el cual encontró tirado en algún lugar de la carpa.

Mientras iba saliendo del caluroso y reducido lugar, dejó tirado por el camino ese grueso buzo que no sabía de quién era, muerto de calor. Sonó su cuello un par de veces y estiró sus brazos, mirando alrededor.
Lo único que se veía, además de las carpas, era el ya muy consumido fogón que habían prendido en algún momento de la noche pasada.
Descubrió varias botellas tiradas por toda su respectiva parcela, y se preguntó a sí mismo por qué les gustaba escabiar tanto y, a su vez, por qué eran borrachos tan sucios que dejaban todo tirado.

Antes de siquiera pensar en comer y en dónde carajo se había ido ese Agustín que lo había despertado a los gritos, juntó todas las botellas y cajas que había tiradas y se fue a buscar algún contenedor de basura.

-

Al final, el contenedor más cercano estaba cerca de la playa.
Gabriel se puteó en mil idiomas a sí mismo por haber decidido caminar, puesto que hacían más de 30 grados y estaba cagado de hambre.
Una vez tiró las malditas botellas y las cajas con restos de ese vino (que ahora estaba hirviendo), estuvo casi decidido a volver al camping hasta que vio una silueta familiar recostada contra un enorme árbol, disfrutando de la sombra.

día número treintaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora