Beowulf (epopeya germánica)

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(En la película queda un final abierto, a partir de ahí teníamos que escribir lo que ocurría con Wiglaf)

Wiglaf se encontró cara a cara con la madre de Grendel. Su belleza era hipnotizante y resultaba casi imposible no sucumbir ante los deseos carnales. Estaba en el territorio enemigo, y lo sabía. Pero, ¿había acaso otra forma de que hubiese paz?. Podía luchar con cuanto hombre y bestia dispusiera, pero no contra la propia naturaleza humana, tan fuerte, y a veces tan egoísta y oscura, pecaminosa. Ciertamente, los humanos son seres más raros que muchas bestias y animales.
La voz del deseo, las curvas de La Bruja lo llamaban. Su cuerpo subía de temperatura, reaccionaba ante las acciones de ambos. Wiglaf se quitó prenda por prenda, hasta quedar como Thor lo trajo al mundo. Los ojos de la bestia brillaron, mientras se le acercaba lentamente. Posó sus frías manos en las mejillas del hombre y descendió pos sus hombros, bajó al pecho, y se acercó para besarlo. Sus pechos se tocaron mientras sus labios se unían. Las manos del hombre viajaron instintivamente a la cintura de la mujer, ella subió una mano, viajando hasta la nuca del contrario para profundizar el beso, que se volvió más deseoso, más feroz. Wiglaf bajó sus manos para dejarlas explorar el cuerpo ajeno. En un momento, él la acercó para empezar a restregar su miembro erecto por la intimidad de esta con desesperación; esto mientras de alguna manera los dos habían terminado acostados en la superficie de piedra. Se adentró en ella, comenzando el vaivén.
Se arrepentiría de eso, estaba seguro.
Sintió que estaba por acabar, y empezó a arrepentirse. Salió de ella justo antes de que eso sucediera, ante la atónita mirada de La Bruja.
¿Cómo era posible aquello?, se preguntaba la mujer. Nunca nadie había hecho eso, y sintió ira... y admiración a la vez. Este hombre era diferente, ella lo sabía. Su alma era justiciera y bondadosa, era pura aún luego de mancharse con sangre de otras personas.

-Vete- le dijo.

Wiglaf no lo dudó. Se marchó sin mirar atrás.
La madre de Grendel se quedó sola. Miró en frente suyo, allí estaba Beowulf, sonriendo como si supiera que eso iba a pasar. Ella no podía tener un hijo con ese hombre. Le devolvió la sonrisa y se transformó en su verdadero ser, un imponente dragón, que voló lejos de ahí, mientras Wiglaf observaba desde lejos.
Todo terminó. Al menos, mientras él gobernara.

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