Una de las cosas que matan a un ser humano es un corazón desviado. Un corazón que te hace sentir inclinado hacia aquello que sabes que está mal. Ese es el tipo de corazón que yo tengo.
Sé perfectamente qué es lo que me hace mal, estoy muy consciente de ello, pero algo dentro de mí hace ver las cosas dañinas muy atractivas. Conozco a aquellas personas, conductas y pensamientos que harán de mi vida un infierno, y entonces... ¿por qué insisto en tenerlas cerca de mí?
A veces pienso que acabar mi vida de una forma miserable no está tan mal. Digo, ¿por qué no acabar con todo haciendo algo por lo que seré amado? ¿Quizá salvando a un ser querido, a los indefensos, a los que no pueden encargarse de su propia muerte? Eso me haría ver mejor de lo que realmente me encuentro, me haría sentir que realmente soy apreciado aunque no merezca nada de ello.
¿Por qué arruinar mi propia vida suena tan atractivo? ¿Por qué no tengo miedo a terminar en la calle, siendo pateado, denigrado, asesinado? A veces pienso que es mi sentido de la justicia. Ya han sido muchas las personas que me dicen que no merezco todo lo que me ha sido dado, pero ¿qué me fue dado, además de un lápiz y papel?
Quizá soy un desagradecido y eso me hace sentir tanto odio por mí mismo. Nada de lo que hago o recibo parece satisfacerme, por eso he entregado mi vida a otras personas, que eventualmente podrían dejarme y rechazar todo mi cariño. Pero no me importa.
Porque yo no tengo por qué ser el diamante exhibido en la joyería, yo sólo debo ser el vidrio que la protege. Porque no valgo nada y sólo sirvo para apoyar a los demás. Quizá entonces haya encontrado un motivo para ser como soy. Quizá entonces, encontré la razón de por qué no hago caso a mi propio bienestar.
Y quizá entonces, encontré un motivo para hacer caso a todas las malas compañías, a las tentaciones, al pecado: si lo hago; quizá algún día todas esas personas que dicen apoyarme se den cuenta de que soy una basura y finalmente pueda morir como merezco.