[Katie]
Necesitaba salir de esa casa y aclarar mis ideas. ¿De verdad Rydel, ahora famosa por R5, me quería de vuelta en su vida? Parecía una buena idea retomar viejas amistades, y más ahora que estaba en una mala racha en el terreno de los amigos. Había pasado un tiempo en Sydney con mis padres, y al regresar a USA me había encontrado con que la mayoría de mis amigos del instituto habían cambiado su lugar de residencia. Había sido un golpe bajo, y me sentía bastante sola.
Como hacía siempre que necesitaba aclarar la mente, cogí una de mis más preciadas posesiones - mi tabla de surf - y me dirigí a la playa.
Al llegar a la bahía me sorprendió no encontrarla abarrotada de surferos, como normalmente. Sólo se veía a una chica en el agua y dos chicos en la arena, a lo lejos. No les presté demasiada atención. “Será por el temporal”, pensé, y dejé mis cosas en el chiringuito del viejo Paul, que me había cogido cariño las últimas veces que había ido por allí.
Sin pensarlo dos veces me metí en el agua, que estaba anormalmente fría. Intenté coger un par de olas, pero rompían e impedían que me pudiera deslizar por ellas. Decidí sentarme en la tabla y mirar a ver si veía una buena ola, y entonce,s vi que la chica de antes me saludaba desde lejos. La saludé de vuelta, y me sorprendió ver que se acercaba remando con los brazos.
- Menuda faena, ¿verdad? Voy a tener que darle la razón a todos aquellos que me han dicho que no era día para surfear - dijo, situando su tabla al lado de la mía.
Era bastante guapa, y el pelo rubio por el sol le caía por la espalda haciéndole unos rizos envidiables. Pensé en mi pelo “estropajo”, recogido en una coleta. “Bfff, y yo con estas pintas”, pensé.
- La verdad es que sí. No pensé en mirar la previsión de las olas esta mañana - le contesté, de acuerdo con ella.
- Pues ya somos dos - dijo ella haciendo una mueca - llevo un rato esperando pero ninguna ola es suficientemente buena.
- ¡Cierto! - reí - creo que hoy no vamos a hacer mucho.
- Eres nueva por aquí, ¿verdad? Nunca te había visto - me preguntó con curiosidad.
- Sí y no… soy australiana, pero ya había vivido antes aquí. He pasado un tiempo en Sydney, con mis padres, y he vuelto para mi segundo año de universidad - contesté - descubrí la bahía cuando me mudé hace unas semanas.
- ¡Oh! ¡Qué bien! ¿Qué edad tienes? - siguió - perdona si soy curiosa, no tengo demasiadas amigas… En realidad no tengo ninguna a parte de la hermana de mi novio y las novias de sus hermanos - dijo, mirando a lo lejos, a los chicos en la arena.
Imaginé que uno de ellos era su novio. No veía muy bien porque estaban lejos, pero uno de los dos era rubio, y parecía muy mono.
- Tranquila, tengo 20 años, los hice hace poco. Y de hecho yo no tengo ningún amigo aquí. Perdí contacto con los compañeros de instituto y en la universidad me dedico a sacar buenas notas. Tengo una beca que mantener - dije, pensando en Rydel y su e-mail - ¿y tú qué edad tienes?
- Yo tengo 18, los cumplí en noviembre - dijo, sonriente.
Parecía buena chica, y me caía bien.
- Si quieres podríamos quedar para otro día que haga mejor tiempo, y surfear como Dios manda - dije, contenta por haber encontrado una potencial amiga nueva.
- ¡Sería genial! - respondió entusiasmada - si quieres te doy mi número de teléfono y me llamas cuando quieras.
- ¡OK! Voy a por el teléfono, nos vemos en la arena - giré mi tabla y me dirigí rápidamente hacia la costa, en dirección al chiringuito, a la vez que la chica se dirigía a los dos chicos que la estaban esperando en la arena.
Presentí que compartía más intereses con esa chica a parte del surf. No podía dejar de sonreír mientras caminaba a paso ligero por la arena caliente por el sol.
Abrí la mochila y cogí mi iPhone. Tenía 7 llamadas perdidas de Ana, mi compañera de piso. Algo malo había pasado, porque ellas nunca me llamaban, así que la llamé, nerviosa. Contestó casi cuando iba a colgar.
- ¿Katia? - preguntó - ¡te hemos llamado mil veces!
- Es Katie, y ya lo sé, pero estaba haciendo surf y no lo he oído.
- Lo que sea. Tienes que venir a casa - dijo, con voz muy borde.
- ¿Ha pasado algo?
- Sí, debes irte - dijo.
- ¿Irme? N…no entiendo nada - pregunté, muy confusa.
- Ven. ¡Ya! - y colgó sin más.
Me senté en la arena confusa y algo asustada. Ya estaba un poco harta de que Ana me hablase mal. ¿Qué debía haber pasado? ¿Dónde debía irme? ¿Y por qué? Algo malo debía haber pasado. ¿Un incendio? No, Ana hubiese estado histérica. Además, había dicho que YO debía irme, no todas. ¿A dónde iba a ir? No tenía otro sitio donde vivir, y además no entendía nada.
Y me acordé de la chica. Debía estar esperándome hacía un buen rato. Me levanté, cogí la mochila y salí corriendo del chiringuito. Pero donde antes habían estado los chicos, ahora ya no estaban. Y la que por un momento había pensado que sería mi amiga había desaparecido.
Triste y preocupada, di media vuelta y eché a andar hacia casa. Había perdido una oportunidad, y tenía el presentimiento que había perdido mucho más.
[Mackenzie]
- ¿Al fin me vas a dar la razón? - gritaba Riker con una gran sonrisa en la cara desde la arena al ver que me dirigía de nuevo hacia ellos.
Riker adoraba tener la razón.
- ¿Quién era la chica con la que hablabas? - preguntó Rocky cuando llegué a la orilla.
- No sé cómo se llama, pero es “nueva” por aquí y parece simpática - marqué las comillas con los dedos - ha ido a buscar su teléfono para que le de mi número y así quedar otro día para surfear.
- ¿Que le vas a dar qué? ¡No puedes! - me reprochó Riker, agarrándome del brazo.
- ¿Por qué no? No tengo ni una sola amiga aparte de Rydel y las chicas… ¿qué más te da? - dije, haciendo que me soltara del brazo.
- Mac, es… peligroso - respondió Rocky de manera más calmada.
- Lo siento, pero no la vamos a esperar. Nos vamos ya. Llamaré a papá para decirle que nos vamos directos a casa - dijo Riker algo enfadado.
Tiró hacia el coche y Rocky cogió mi tabla para seguirlo.
- Quizás te la encuentres de nuevo otro día - dijo sonriente Rocky, a lo que le respondí con un puchero.
- ¿Tú crees? - pregunté, abriendo la puerta trasera del 4x4 azul metálico de Riker.
- Claro, en uno de nuestros conciertos… Esa chica sabía quién eres, y busca lo mismo que todas, acercarse a ti para acercarse a nosotros - dijo Riker, ya desde dentro del coche. Su enfado iba subiendo.
Me veía como una novata, como una niña pequeña que no entendiese quiénes eran, a pesar de llevar ya tantos años con ellos. Nunca eran tan protectores con Savannah o Alexa. ¿Por qué yo era diferente? ¿No se suponía que mi relación con Ross era la que estaba más protegida por ser secreta? Empezaba a hartarme de sentirme “atrapada”. Mi único círculo eran ellos, y no podía conocer a otra gente porque siempre iban pegados a mi. Quería muchísimo a Ross, pero esto estaba empezando a ser agotador.
Miré por la ventanilla del coche como la bahía se iba haciendo más y más pequeña. Y con ella, mis ilusiones de tener una nueva amiga se quedaron atrás.