Cuando decidieron levantarse, el sol aún se colaba entre los árboles no llegando aún a su posición más alta. Fue Raoul el primero que, tras coger su gorro y colocárselo, abrió la puerta y salió inspirando hondo. Agoney le miró desde la cama sentado, dándose cuenta de lo realmente importante que era la tierra para aquellos pequeños seres.
Raoul sintió todos los aromas del otoño en ese respiro, en aquel sitio que no parecía para nada la estación en la que las hojas caían. Y es que era consciente de que en todo su alrededor reinaba el otoño, pero que en aquel diminuto claro donde había una charca con agua cristalina, flores de colores y árboles verdes, dominaba la primavera.
Este mismo le comunicó que iría a por comida y una vez terminaran de desayunar, se pondrían a planificar y construir su nueva casa. Se adentró en los primeros pequeños arbustos que vio y, siendo conocedor de todos y cada uno de los pequeños frutos que veía, cogió una nuez y una castaña (pues sus minúsculos brazos no le daban para cargar con más), ya que Agoney había llevado fruta el día anterior.
Tan rápido como llegó visualizó al pequeño hada en el suelo esparciendo hojas.
— ¿Qué haces? —le preguntó acercándose a mirar.
— Las recogí para poder hacer los planos de lo que queremos construir. ¿Qué cogiste tú?
— La castaña para esta noche, que es más bonito comerlo con una hoguera mientras se pone el sol. Espera, ¿puedes hacer fuego?
— No soy un hada de fuego, chiquitín.
— Pero con la luz y algo de vidrio podrías, ¿no? —preguntó extrañado. Como le vio frunciendo el ceño y arrugando los labios en señal de estar pensando, le dejó concentrarse y se fue mientras a meter la mercancía dentro.
Al entrar visualizó el cubículo. Era pequeño, estaba bien para ellos, pero necesitaban donde poder hacerse la comida y asearse.
— Escucha, Ago. A mí cocinar se me da bien, pero claro, lo único que... —Raoul se quedó sin palabras. Había salido de la cabaña para empezar a hacer sus planos y se había encontrado a un Agoney suspendido en el aire y captando, lo que parecía ser, un trozo de luz.— pero esto es imposible...
— Es lo que conoces como un destello. —sentenció bajando al suelo de nuevo.— Es la primera vez que consigo coger uno. —sonrió emocionado mordiéndose el labio inferior.
Agoney sujetaba en la mano lo que parecía ser una barra de espigas muy larga y tan reluciente como el sol. Le dijo que necesitaban encontrar un tarro para dejar la luz allí y poder utilizarla hasta que se apagara. Raoul le escuchaba con los ojos abiertos, abrumado por lo que le estaba contando el otro chico. En su vida se habría imaginado tener un trozo de sol delante de sus ojos, y mucho menos que alguien lo cogiera y lo estuviera guardando como si fuera una bombilla.
— ¿Cómo se llama? —preguntó mientras veía cómo lo dejaba sobre la cama.
— No tiene nombre realmente. Un simple destello.
— Simple. —rió irónico.— ¿A eso llamas tú simple? Venga ya, simple es conseguir materiales que están por ahí tirados y con ellos hacer objetos, dándole la mayor utilidad posible. Eso es fácil. Lo que acabas de hacer tú es una pasada. —vio cómo al pequeño se le subieron los colores a las mejillas.
— Supongo que tú tienes tus habilidades y yo las mías. Pero ya te digo, es la primera vez que lo consigo.
— Me estás dando más motivos para seguir flipando. —le contestó totalmente embelesado.
Se quedaron mirándose el uno al otro sin dejar de sonreír. Fue Agoney el que rompió aquel momento aproximándose a él. A Raoul se le cortó la respiración al notarle tan cerca y al sentir cómo una de sus manos se acercaban a su cara. Le quitó el gorro para después volvérselo a colocar, dejando uno de sus mechones del flequillo por fuera de este, cayendo por la frente. Agoney lo acarició y al darse cuenta de que el otro chico le estaba mirando a los ojos, se apresuró a colocarle la parte de detrás y a separarse.
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Secretos susurrados entre los árboles
FanfictionA tiempos desesperados, medidas desesperadas. Y es que a Raoul no le hacía ninguna gracia tener que fiarse de una insignificante hada que estaba sonriendo todo el rato, pero tenía que hacerlo si quería salvarse de la recogida de setas. La llegada de...