IX: Molesto

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—Semanas Después—

Observó curioso la escena, los humanos se apareaban muy diferente a ellos. Era la primera vez que veía que un hombre montara así a una mujer.

—Fahir, ya llegué —anunció Naila entrando en la casa, cargando varias bolsas.

Apagó la televisión, y fue hasta ella, recibiéndola con un beso.

—Ya hablamos de esto —le dijo apenada, separándose de él.

—No me importa —respondió tomando las bolsas, llevándolas a la cocina.

Naila lo miró desconcertada ¿En serio le había dicho no me importa? Cada día más insolente ese gigante.

—Ey ¿Cómo que no me importa? ¿A caso a ti te gustaría que yo hiciera algo que no quisieras? Se trata de respeto.

—A ti te gusta.

—Fahir, te estás pasando, te lo advierto.

Se giró para mirarla, de esa forma tan molesta, confundiéndola aún más ¿Qué demonios le pasaba? Hacía dos días que actuaba de ese modo tan agresivo, y ella no tenía idea de porqué.

—A ver ¿Qué es lo que te pasa? ¿Qué es lo que te molesta? Habla conmigo, no puedo entenderlo de otro modo.

—Nada —gruñó saliendo de la cocina.

Y no, Naila no estaba preparada para aguantar los cambios de humor de un hombre, principal motivo por el que ni pensaba en el matrimonio. Mucho menos convivir con alguien, pero no le había quedado otra con Fahir.

—Paciencia, Naila, paciencia —se dijo a si misma, respirando profundo.

-o-o-o-o-

—Oye, gruñón, debo ir a la tienda a comprar mas tomates para salsa ¿Quieres venir conmigo?

—No —le dijo sin dejar de mirar la televisión.

—Tranquilo querido eh, ahora te traigo una cerveza también si quieres —le dijo en un tono molesto—. No levantes el culo del sillón, no vamos a arriesgarnos de que pierdas tu malhumor tan preciado.

Salió de la casa, molesta, y se fue directo a la tienda. Fahir se estaba ganando un gran golpe en la cabeza, su paciencia estaba llegando a su límite también.

Se levantó molesto del sillón, y fue hasta la ventana, mirando como Naila cruzaba la calle. Sabía que tenía que haberla acompañado, ya era de noche, y no era aseguro que ella saliera sola.

Y ni él sabía porque estaba de tan mal humor, algo que lo molestaba más. Patético.

Fue hasta la cocina, y buscó algo para comer, mientras esperaba a que ella terminaba de cocinar, y volviera.

Tal vez le pediría disculpa, si es que ella no se comportaba tan irritable con él también.

-o-o-o-o-

Estaba cantando en la ducha, lo que único que lograba despejarle la mente, cantar, mientras usaba el frasco de shampoo como micrófono, y caminaba de un lado hacia el otro, jugando con la regadera.

Fahir estaba sentando en su cama, mirando la puerta del baño. Hacía rato Naila había entrado para bañarse, y aún no salía. Y no sabía cuantas canciones habían pasado desde entonces, la castaña no salía más.

Ya cansado de esperar, se fue hasta el baño, y abrió la puerta, por lo que ella se cubrió rápidamente con las cortinas.

—¡Ey! Te dije que debes esperar afuera cuando yo estoy en el baño.

—Debo usar el baño.

—Pues te esperas, sal.

—Iré afuera entonces.

—¡Qué no puedes hacer eso!

Cerró los ojos molesta, y le dio la espalda.

—Ya, haz lo que debas hacer, y vete.

Se paró frente al inodoro, y bajó el cierre de su pantalón. Naila miró el techo, tarareando la melodía de la canción que antes estaba cantando.

Ni que tuviera marido ¿Por qué ella debía estar soportando aquello? Ya había llamado a ese asentamiento, y habían quedado que la contactarían, pero hasta ahora, nada había ocurrido.

—Listo.

—Okay, sal afuera.

Escuchó que cerraba la puerta, pero al girarse, se encontró con que él estaba ahí todavía.

—Te dije que-

Se metió adentro de la ducha, ignorando el agua que le estaba mojando la ropa, y la tomó del rostro.

—N-No puedes besar-

E ignorándola, se apoderó de sus labios, y no de aquella forma tan sutil como siempre solía besarla, devoró su boca dejándola sin aire, con las piernas temblando.

—¿Q-Qué haces?

—Me necesitas —ronroneó.

Naila lo miró confundida ¿Qué lo necesitaba? ¿A qué se refería?

—¿Qué?

Volvió a besarla de la misma forma, separando la cortina de su cuerpo para poder tocar su piel, descendiendo con sus manos suavemente.

—Fahir, n-no —le dijo en un temblequeo de voz.

Se agachó frente a ella, y la tomó de las caderas, besando suavemente su abdomen. Naila lo miró aturdida, sofocada, sintiendo su cuerpo arder ¿Qué demonios le pasaba?

Bajó con suaves besos por debajo de su ombligo, y ella lo detuvo con brusquedad.

—No, no, ya basta.

Lo escuchó ronronear, provocando que se estremeciera por completo.

—Estás lista para mí —ronroneó acariciando su vientre con su mejilla, abrazándola a él.

—No sé porqué dices eso, pero sal.

—Puedo olerlo —ronroneó—. Estás lista para mí.

—Fahir.

Volvió a ponerse de pie, y la besó, abrazándola a él, masajeando su trasero. Y Naila le correspondió, hasta sentir que le faltaba aire.

—P-Para.

Siguió masajeando su trasero, hasta descender su mano entre sus muslos, y acariciar sus labios.

—F-Fahir —jadeó cerrando los ojos, apoyándose contra él.

Introdujo suavemente uno de sus dedos, penetrándola, escuchándola jadear de aquel modo, que sólo le hacían nublar más la razón. Ella olía delicioso, tan dulce, y lo necesitaba, sólo a él.

Lo que Naila ignoraba, era que había comenzado a ovular, y para Fahir, aquello sólo significaba periodo de apareamiento.

La giró, y la puso de espaldas a él, apoyándola contra la pared, y separándole las piernas. Se pegó a ella, besando su cuello, y la joven castaña jadeó, sintiendo una mezcla de sentimientos confusos.

Por un lado quería hacerlo ya, se sentía tan excitada, que lo único que quería, era que la follara. Por el otro, no había visto con precisión su miembro, pero aquello que estaba sintiendo sobre la ropa de él, se sentía muy grande.

Y la culpa llegó rápidamente, ella no podía hacer aquello, por más que quisiera. Fahir le había dicho que tenía mujer, y Naila odiaba las infidelidades.

Lo tomó de las manos, que estaban en su vientre, y lo alejó de ella.

—No.

—Sí, sí quieres —ronroneó.

—Es verdad, quería —le dijo alejándose de él, tomando la toalla para cubrirse—. Pero recordé algo muy importante, que tú no deberías haber olvidarlo.

—¿Qué cosa?

—A Micaeli.

...

FahirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora