Secreto de madrugada.

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Quien no a jugado de niño a ser un médico, policia, ladrón, o bombero?. Quién no a jugado con naves espaciales imaginarias? Quien no a jugado con un amigo imaginario? Quien no lo a besado? Quien no a echo lo que le a pedido?
Así fui, así soy a mis 23 años. Solo que ya no juego a ser... si no que soy. Mi amigo imaginario ahora es de carne y hueso, y creanme, cada centímetro de ello colisiona en mi mente como un cardúmen en dirección a un oso hambriento.
Él me pide algo y yo accedo.
Al comienzo, solo eran salidas, bailes sensuales y tragos sin apetencias.
Luego su petición acabó con un beso bajo el portal de mi hogar, bajo la luz de un viejo farol y una luna triste por soledad.
A continuación irrumpió con mis muebles arrollados por el desenfreno, nuestros cuerpos friccionando para elevar la temperatura. Sus manos juguetonas sobre el doblez de mi blusa de seda, creando calor. Mis manos sobre su nuca ejerciendo presión a nuestro encuentro.
Siento su respiración agitada y su excitación palpable entre mis piernas, aún con cada trozo de tela intacto.
Siento sus caderas bambolear con desesperación y una nueva petición sale de sus labios esperando una vez más que diga ese "si" tan especial para sus oídos.
Acaricia nuestros labios con demanda y desliza su tibia mano bajo la fina tela, alcanzando tocar ese punto que me hace dudar.
Sus ojos se tornan oscuros, aún bajo la escasa luz de la luna puedo notarlo. El fuego en su mirada deja claro que esto ya no es un juego de niños, sino una exigencia natural del cuerpo de un adulto.
Deslizo mi mano con timidez sobre su camiseta sintiendo cada fibra tonificada de su abdomen hasta llegar al límite en que los abdominales pasan a ser algo prohibido y que solo los amantes tienen permitido. Juego con el dobladillo de su pantalón con una juguetona sonrisa, en su mirada  que invita a seguir sin miedo, se dibuja un lienzo de deseo inparable, de esos que amenazan con una noche sin final y millones de sensaciones placenteras impagables.
Besa mis labios mientras desliza su mano bajo mi falda, tironea de mis bragas y un dedo traicionero se abre paso sobre mi intimidad, sin vergüenza.
Un gemido escapa de mis labios, y un rubor inunda mis mejillas.
Él, victorioso de su buena jugada, arranca la fina tela y acaba por deslizar un segundo dedo en esa parte que ahora es un manojo de sensibilidad, sin perder el gusto a mis labios. Continuo abriendo paso bajo su ropa y mis dedos temblorosos le quitan una sonrisa ladeada, cargada de malas intenciones y promesas seductoras.
Deslizo el cierre sin perder de mis sentidos el estrago que causa con sus extremidades en mi interior mientras juega con el botón de mi lujuria. Acabo por abrir ese envoltorio tan innecesario y observo como su miembro hace acto de presencia con tanta naturalidad como si no fuera inmenso, como si su tamaño y peso no fueran un problema para colocarse entre mis piernas.
Él toma mi barbilla y deja un casto beso en mi. Abraza mis hombros con naturalidad y sin aviso desliza la suave tela sobre mis hombros para luego arrojarla a alguna parte. Jamás creí que una isla sería acogedora para estos momentos si él no fuera tan alto y yo tan pequeña.
Posa sus besos sobre mi clavícula, descendiendo por el centro de mis senos. Ambos sumergidos en el deseo, los dos igualados en excitación. Sin notar el momento, se encuentra enfundado en un condón, listo para hacerse paso en mi. Sujeta mis piernas, lo rodeo con ellas y sin pensarlo dos veces se adentra en mi, con brusquedad, provocando un gemido de mi parte y un reproche. Hay gente en mi casa, una madre puritana y un padre machista y opresor, una hermana semilla de sus padres y suelta de lengua.
Besa mis labios para evitar mis sonidos y comienza ese calor a surgir entre los dos. Se desliza en mi interior provocando una reacción en cadena de estragos en mi razón, ya no pienso en que alguien nos vea, solo quiero liberarnos, solo quiero disfrutar de sus caricias y besos.
Tanto tiempo a sido mi heroe, amigo y confidente que ahora solo puedo pensar en que quiero que forme parte de mi cuerpo y jamás volver a soltarlo.
Nuestros cuerpos se acoplan ahogando nuestros gemidos con cada batalla de nuestras lenguas, esas que se enroscan jugosas y anhelantes llenas de sabor a licores y bebidas de la noche.
Nos perdemos en cada sensación excitante mientras su sonrisa de satisfacción y goce causa una demolición en mi cuerpo, la electricidad que atraviesa mi espalda tensiona mis músculos internos mientras él se deleita con cada uno de ellos.
Algo no anda bien, oímos un ruido en las escaleras de la sala. Alguien viene y nosotros aquí, intentando alcanzar la liberación.
Pellizca mis muslos y sin que alcance a reaccionar me alza en sus fuertes brazos arrastrándome hacia la puerta trasera de salida.
Me baja de su regazo y observamos desde fuera, la silueta de una chica castaña, mi hermana. Observa en todas direcciones y nota mi blusa en el suelo. Caigo en ello y él tapa mis labios, me abraza y besa mi espalda otorgándome  paz.
Ella toma la remera y la arroja al canasto de la ropa, apaga la luz y se va.
Ambos nos reímos en voz baja, presos de nuestro secreto tan nuestro.
Besa mi mejilla y antes de que toque la perilla de la puerta noto girar el mundo sobre mis pies, coloca mis manos en la puerta ejerciendo presión, lleva su mano libre a mis caderas y antes de que note su picardía, vuelve a hacerce a su antojo con mi cuerpo. Tomando todo lo que quiere, yo lo recibo gustosa del momento y nos perdemos en esa sensación de algo prohibido.
No tardamos mucho en acabar lo que iniciamos, siento mis fluidos correr por mis piernas y él se deshace de los suyos. Ambos nos miramos con promesas. Los dos nos sentimos atraídos por ese juego. Nos besamos, acaricia mis mejillas y es hora de irse. Lo acompaño a la salida en silencio con la sensación de que eso debe volver a repetirse.
Subo a mi cuarto en silencio con una sonrisa de satisfacción dibujada en mis labios y me enfundo en mi pijama. Mañana será otro día. Mañana solo será un secreto de madrugada.

Mi perdiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora