XII. La sospechosa

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Aquella noche, Betsabé durmió nerviosa, sin poder tranquilizar a su corazón, que con un persistente bombeo la molestó toda la noche. Se había desvelado pensando que a la mañana siguiente, vería a la que por mucho tiempo fue una de sus mejores amigas, y a la que ahora era una de sus principales sospechosas. Luego recordó lo que le sucedió en el anterior desvelo y se obligó a dormir, temiendo que le pasase lo mismo.

Como todas las noches, soñó con Ivo:

Él estaba caminando relajadamente por la plazoleta que enfrenta a la heladería en la que Neo y Betsabé se encontraron por primera vez. Se dirigía hacia su casa luego de que la profesora de la última hora se haya ausentado y su preceptor haya decidido dejarlos irse. Pensaba en que tendría que acordarse de pedirle a su papá que firme la nota que documentaba que estaba al tanto de que su hijo se retiró con anterioridad al horario establecido.

Cuando, de pronto, chocó con Neo. No era el Neo que Betsabé conocía, este era mucho más apagado y vestía con colores más oscuros, sin embargo Ivo lo reconoció como el muchacho de ocho años rubio y de ojos inusualmente grises del orfanato que siempre le había llamado la atención.

—¡Hey! —llamó Ivo, sin la vergüenza que solía portar Betsabé como parte de su esencia— ¿Vos estuviste en el Hogar de Niños de Milagros? Me re sonás de ahí. 

—Eh... Sí, sí —respondió el mayor, sorprendido de que lo hayan reconocido—. Me llamo Neo, ¿vos como te llamas? Perdoname, no me acuerdo de vos.

—No pasa nada. Ivo me llamo. Y che, decime ¿Vivís por acá? Podríamos quedar algún día ¿No? —consultó Ivo con total confianza, sonriendo

—No, no. No, vivo re lejos. Estoy de pasada, porque voy para capital e hice escala acá un cacho, vengo desde Neuquén, pero voy a ver si consigo un trabajo que me re interesa allá.

—Ah, copado... ¿De qué se trata?

—No... Es complejo y todo... Es de...—Neo comenzó a hablar con menos coherencia, nervioso— Para un trabajo de investigación, sí. Si me aceptan el proyecto allá y me ayudan me abre un montón de puertas. Pero es un tema complicado, no te lo puedo explicar así nomás.

—Piola, si lo conseguís ya te armás todo el futuro —se rió sin ganas—. Bueno, mal ahí que no nos vamos a seguir viendo, pero ojalá consigas que te acepten eso.

Ivo le sonrió y siguió tranquilamente su camino.

Claramente, el sueño continuaba. Pero cuando Betsabé se despertó con el frío sudor recorriéndole toda la columna, sólo podía recordar esa parte.

La parte en la que se mencionaba que, de no haber muerto Ivo, Neo sería una persona completamente diferente con una vida completamente diferente. No comprendía como aquellos dos sucesos se conectaban, y ni siquiera se le ocurrió pensar que alguna otra cosa haya influido en que Neo cambiase su forma de ser.

Aun impactada por lo soñado, Betsabé se encaminó a la escuela luego de saludar a su papá, quien estaba todo el día frente a su computadora de trabajo, intentando olvidar los trágicos acontecimientos que se alzaban como una gran sombra negra sobre su familia. Había pensado mencionarle a su padre sus sospechas, pero al verlo tan decaído intentando ignorar el tema, se arrepintió y decidió guardárselo para ella y para Neo.

Cuando vio a la que había sido su amiga en el banco de la plaza de enfrente a la escuela con su poca cabellera rubia sobre la cara mientras escribía algo en el teléfono, esperando que la escuela abra sus puertas y la deje entrar, Betsabé tuvo la pésima idea de acercarse a ella, mientras aguantaba las lágrimas de miles de sentimientos encontrados.

—¿Estabas celosa de mi hermano? —dijo directamente, provocando que la rubia levantara la mirada, sorprendida por la pregunta

—No —dijo dubitativa—. No sé, qué sé yo ¿Por qué lo preguntas?

—¿Qué le hiciste? —inquirió con el corazón acelerado, con todo el terror del mundo de ser la próxima en caer, sin embargo Manuela no respondió, muda por lo sorpresivo de la pregunta— ¡RESPONDEME!

—¡Nada! ¡Nada, no le hice nada! ¿Qué decís? —reaccionó ella, ante el fuerte grito que empezaba a atraer miradas— Estás loca, chabona. Flasheaste mal, yo no le hice nada a tu hermano ¿Quién te pensás que soy?

—Sos una mentirosa — dijo, sin nada de precaución y sin poder controlarse—. Estás re violenta con Neo porque lo celás, y sé que celabas a Ivo también ¿Quién me dice que no lo mataste? ¿Quién me dice que no vas a matar a Neo, para que yo vuelva a ser tu amiga? Ya entiendo por qué colaborabas tanto en mi investigación, para alejar mi atención de vos, obvio. Metiendo más detalles y detalles de que era Lucía para que no sospeche de vos, sos una caradura. —Betsa se iba alejando más, con miedo a su reacción, ya que ya había entrado en razón de lo peligrosa de su idea si sus acusaciones eran ciertas

—¿Qué? ¿Te volviste loca? ¿¡Como voy a matar a tu hermano!? Además ¿yo violenta con Neo? ¿Quién fue el que me encerró contra una pared y me amenazó de muerte?

Pero Betsabé ya se había alejado mucho, y se había ido corriendo, segura de que faltaría a clase todos los días necesarios, para no tener que respirar el mismo aire que una asesina. Con el corazón en la garganta, pensando que, ahora que Manuela sabía de sus sospechas, su seguridad colgaba de un hilo.

Y con un miedo atroz, dejó que las lágrimas que venía reteniendo se escapasen mientra corría asustada hacia su casa, esperando encontrar allí la seguridad y contención que tanto anhelaba en ese momento.

Algunos dicen que la curiosidad mató al gato, otros replican que el gato murió sabiendo. Betsabé sólo sabía que el gato ya estaba muerto, y no le importaba estar muerto ni ser sabio, porque no sentía. Ella notaba que estaba siguiendo el mismo camino que el felino. Y con aquél horrible pensamiento, colocó torpemente la llave en la cerradura de su casa, sintiendo como la gran tormenta que traía consigo el asesinato de Ivo la empapaba como nunca antes, y entraba por cada poro de su piel hasta tocar su debilitada alma.

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