1 de agosto de 2003

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Se quita el vestido y los zapatos. Me desabrocho la camisa y quito los zapatos a la vez. Lentos, observando. Se acerca, desabrocha mi pantalón, lo dejamos caer. Se pone de rodillas, me quita el slip. Mi pene golpea su cara, sonríe y expresa:

-Parece que no le gusto, voy a conquistarla.

La traga, acaricia mis testículos. Nunca nadie me hizo esto. Nos tendemos. Quito su braga, lamo su clítoris mientras sujeto sus nalgas. Sus gemidos me animan.

Estamos listos. No hablamos. Su mirada me pide que lo haga. Entro suave y despacio, no hay resistencia, aquellos cabrones lo rompieron. Su gesto muestra gozo. Me muevo lento, ella sigue mi ritmo. Acelera, sigo su ritmo. Me agarra con brazos y piernas. El ritmo es frenético. Nos llega el orgasmo a la vez.

Sin soltarnos, doy la vuelta para que repose sobre mi. Seca mis lágrimas a besos.

-¿Cómo te sientes?

-Triunfadora. No lo habría conseguido sin ti.

-Para mí ha sido fácil.

-Para mí también. Esta vez el deseo ha sido altruista.

Una sombra nubla su mente. Las lágrimas que no tuvo por placer, salen ahora.

-Gloria. Trata de dormir. Mañana será otro día.

-Te amo. Voy a cerrar la peluquería.

-Una cosa no quita la otra.

-¿Cómo voy a quitarme ropa, sabiendo lo que siento por ti?

-Puedes seguir sin enseñar nada.

-Estaba obcecada. Tienes razón, Yiyi.

-¿Cómo lo sabes?

-Eras un bebé. Llorabas porque mi padre te cortaba el pelo. Tu madre te calmó con ese mote. Lo escuché varias veces.

-Tus padres te llamaban Glori. ¿Puedo llamarte así?

Ya estaba dormida.

Despierto antes, aunque no del todo, mi hombro y brazo derecho siguen dormidos por soportar su cabeza. Sus pechos sobre el mío. Su pierna izquierda junto a la mía derecha, su otra pierna sobre las mías. Su mano derecha sobre mis genitales, está erecta. No nos hemos movido en toda la noche. ¿Cómo he podido? Suelo dormir de lado.

-Buenos días. Llámame Flor, mis padres me llamaban así. Me gustaba hasta que empecé el colegio.

-Igual que yo.

Se levanta por mi lado, pasa sobre mí.

-¡Arriba, gandul! Tienes que ayudarme.

-No puedo mover el brazo.

-Lo siento, te lo he entumecido.

-Ya se está reanimando. ¿Vamos a la ducha?

-Vamos.

La ducha es rápida y placentera.

-Yiyi, no quisiera salir con el vestido, cantaría que he pasado la noche contigo. ¿Puedes prestarme algo de ropa?

-Hay otra solución. Toda la ropa de mi madre está en el armario, te regalo todo lo que quieras.

Salimos del servicio, ella envuelta en una toalla.

-Será un honor, era muy elegante. ¿Qué pensaría?

-Le gustaría. Te apreciaba y sabía que yo te amo.

-Recuerdo la ropa que llevaba puesta la primera y única vez que entró en la nueva. Me gustó. Aquí está, creo que tenemos la misma talla.

Deja caer la toalla, vuelvo a ver su maravilloso cuerpo. Se pone su braga, luego un sujetador de mi madre, le hace unos ajustes y le queda perfecto. La ropa le queda que ni pintada, se lo digo.

GloriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora